miércoles, 15 de mayo de 2024

Detrás de cada poema hay una historia

Todo texto tiene un origen, una motivación, una causa y un efecto...

Pero dejemos que sea el escritor y cantautor Pala (Carlos Palacio) quien nos cuente esta historia:


Detrás de este poema hay una historia.

Cuando viajé por primera vez a Alemania, mi destino soñado no era Berlín o Munich, sino Maguncia, la Mainz cuyos orígenes se diluyen en la niebla de los milenios. Y una vez allí, mi destino no era el lustroso casco histórico o las célebres ruinas romanas, sino un museo: el Museo Gutenberg. Moría de ganas por acercar mis ojos a las primeras imprentas de tipos móviles.
La ilusión de esa mañana se parecía a la del niño de pueblo que fui cuando tenía paseo de día entero y conduje desde la frontera francesa emocionado y alerta. Pero como a la vida le tienen sin cuidado las ilusiones de nadie, encontramos que el museo estaba cerrado.
Con el corazón roto y haciendo pucheros, me refugié en un café de la plaza principal en donde se ponía en escena un pintoresco mercadillo de domingo.
De pronto y sin que lo advirtiera, el rumor de la lengua que los venteros y parroquianos desplegaban ante mí como un velo innintelegible, se apoderó del ambiente y me atrapó. Era el rumor de la lengua de Gutemberg. La lengua en la que concibió un mecanismo de engranajes y letras metálicas que cambió el curso de las otras lenguas. Y, sobre todo, la lengua a la cual sirvió la primera imprenta.
Los libros, las tipografías y los depósitos de tinta no se sirven de las palabras sino que sirven a ellas. Una lengua vive no porque haya libros escritos en sus fórmulas arbitrarias sino porque haya personas que hagan suya su gramática y la utilicen para instalar mercados dominicales y vender quesos a sus vecinos.
Y escribí este poema.

 


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Pala

Carlos Palacio (n. Yarumal, Antioquia, Colombia, 22 de mayo de 1969), es un compositor, cantante, guitarrista, poeta colombiano y Filólogo, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores letristas de su género en el país. Ganador del Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura de Colombia y de los Premios Internacionales de Poesía Miguel Hernández, Antonio Machado, José de Espronceda en España, y recientemente el Premio Jaén de Poesía. En sus canciones no sólo hay uso de metáforas, humor e ironía, sino también intertextualidad con la creación estética de diversos artistas del canon universal. Sus temas principales son el amor, el carpe diem, la historia e idiosincrasia colombianas, y la urgencia de romper con una mentalidad conservadora, inquisitorial y ultracatólica.​

miércoles, 1 de mayo de 2024

La puntuación, la sintaxis y el amor: Leila Macor

El siguiente texto me lo compartieron en un taller de creación literaria.  

Se trata de un texto de la escritora Leila Macor, y que ha sido reproducido en varios diarios, blogs, revistas, e incluso programas radiales.  Este fragmento hace parte de su libro Nosotros, los impostores.  (Montevideo. Sudamericana 2010)

Me pareció un texto que tiene humor y muchos focos de reflexión, por lo cual lo comparto en este blog. 



La puntuación, la sintaxis y el amor

Leila Macor


Siempre que pongo un punto y coma sonrío. Me acuerdo de un amigo de mi hermano, a quien yo amaba como loca en mi adolescencia, que dijo una vez que un verdadero escritor se reconoce porque sabe usar el punto y coma.

Por supuesto comencé a usar frenéticamente el punto y coma, aunque él nunca se dio cuenta de mi pericia puntuadora.

Luego, en el colegio, escribía parodias de los poemas que estudiábamos en la clase de Literatura y las pegaba en la cartelera del salón, sólo para ver reír al chico del fondo que me gustaba y que no me hacía el menor caso, excepto cuando leía aquellas burlas gracias a las cuales yo existía un poquito para él.

Me enamoré después de un hippie. En consecuencia, un ejército de gnomos, hadas y plagiados cronopios tomó por asalto mis cuadernos, que por fortuna hice desaparecer de la faz de la Tierra.

Mi primer novio leía a Nietzsche: en aquel tiempo escribí herméticamente versos oscuros sobre simbólicas tarántulas que hoy día no consigo entender (y creo que en aquel momento tampoco).

Poeta

El siguiente fue un poeta para quien el punto y coma era tan feo e inelegante como una factura de la luz, los dos puntos un recurso vulgar destinado a un recetario de cocina y los paréntesis una trampa que esconde la incapacidad expresiva del escritor.

Así que punto y coma, dos puntos y paréntesis quedaron proscritos de mi escritura durante un par de años. Sólo después de mucho esfuerzo los logré reincorporar.

Algunos de los hombres que me gustaron no eran lectores y simplifiqué mis textos; otros eran intelectuales y entonces los academicé, llenándolos de citas de Heidegger y Schopenhauer que tomaba prestadas de mi agenda.

Una vez me enamoré de uno que amaba las oraciones cortas y las sentencias desadjetivadas; poco después me enamoré de otro que prefería el barroquismo y las descripciones delirantes: salté de Carver a Carpentier como quien cruza la calle.

Después tuve un novio fanático de Rimbaud y de Baudelaire y yo me puse por tanto agresiva y negativa.

Sándwich

Luego vino un chico que odiaba el «sándwich literario», que es cuando se coloca un sustantivo entre dos adjetivos (por ejemplo, la «enigmática casa antigua»). Ergo, me volví implacable con los adjetivos, cacé sándwiches y acabé con todos ellos.

El siguiente se la tenía jurada a los adverbios. Decía que son un bastón para apoyar a un verbo que no tiene suficiente fuerza.

Saqué adverbios y usé sólo verbos autoválidos.

Y otro abogaba por la eliminación de la palabra «como». La luna es un queso, no como un queso. El «como» ensucia la metáfora, decía, porque la transforma en una anodina comparación. Busqué entonces todos los «como» de mis archivos con Find and Replace y los borré de un manotón en el teclado.

Luego mi ex esposo se reveló como un gran admirador de Kundera y elogió las metáforas que «caen como un rayo iluminador sobre una escena».

Intenté por ende, y durante años, imitar el rayo iluminador de Kundera.

Pero ninguno de ellos se enteró jamás, lógicamente, de todo esto que se cocía entre la palabra y yo.

Desde que puedo recordar, la escritura ha sido mi forma más inadvertida, menos eficaz y peor orientada de coquetear.

Leila Macor

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Leila Macor es una escritora y periodista venezolana, que vivió en Montevideo, Uruguay, entre 1996 y 2011, autora de Lamentablemente estamos bien y Nosotros los impostores.​​Entre 2005 y 2008 escribió dos columnas en la revista impresa Vayven del diario El Observador.