miércoles, 5 de junio de 2024

Siete consejos de Escritura de Mark Twain

Estos siete consejos de Mark Twain fueron extraidos de la página "Decálogos Literarios" del escritor Emilio Restrepo. 


1. Empieza por los acontecimientos

Primero dale forma a los hechos, luego podrás distorsionarlos tanto como quieras.

2. Escribe correctamente

Emplea una gramática correcta. Usa la palabra adecuada, no su prima segunda. En cuanto a los adjetivos, si tienes alguna duda, cárgatelo. Dios solamente exhibe sus truenos y rayos a intervalos, por eso nos llaman la atención. Esos son los adjetivos de Dios. Si tú muestras demasiados rayos y truenos, el lector se cansa poco a poco.

3. Sé paciente y perseverante

No esperes tener el libro a la primera. Trabaja, edita, reescribe.

4. Olvídate de los adverbios

Escribe la palabra “jodidamente” cada vez que vayas a escribir la palabra “muy”. Tu editor lo borrará y el texto será como debería ser.

5. Pon distancia de por medio

Levántate de vez en cuando para dar una vuelta a la manzana y dejar que los sentimientos se diluyan. Hay una única cosa que no soporto y no soportaré: el falso sentimentalismo.

6. Sé conciso y directo

Usa un lenguaje simple y sencillo; palabras cortas y frases breves. Esa es la forma de escribir en la época moderna y resulta la mejor manera. Recuerda: no dejes que fluyan la pelusa, las flores y la verborrea.

7. Empieza cuando crees que has terminado

El tiempo para empezar a escribir un artículo es cuando crees haberlo terminado y estás satisfecho. En ese momento empiezas a percibir con claridad y lógica lo que realmente quieres decir.

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Mark Twain, cuyo nombre real era Samuel Langhorne Clemens, nació el 30 de noviembre de 1835 en Florida, Misuri, Estados Unidos. Fue un célebre escritor, humorista y conferenciante conocido por sus obras "Las aventuras de Tom Sawyer" y "Las aventuras de Huckleberry Finn", que se consideran clásicos de la literatura estadounidense. Twain trabajó como piloto de barco de vapor en el río Misisipi, experiencia que influyó en su escritura. A lo largo de su vida, escribió numerosas novelas, cuentos, ensayos y discursos, ganándose una reputación como uno de los grandes escritores de su tiempo. Falleció el 21 de abril de 1910 en Redding, Connecticut.


miércoles, 15 de mayo de 2024

Detrás de cada poema hay una historia

Todo texto tiene un origen, una motivación, una causa y un efecto...

Pero dejemos que sea el escritor y cantautor Pala (Carlos Palacio) quien nos cuente esta historia:


Detrás de este poema hay una historia.

Cuando viajé por primera vez a Alemania, mi destino soñado no era Berlín o Munich, sino Maguncia, la Mainz cuyos orígenes se diluyen en la niebla de los milenios. Y una vez allí, mi destino no era el lustroso casco histórico o las célebres ruinas romanas, sino un museo: el Museo Gutenberg. Moría de ganas por acercar mis ojos a las primeras imprentas de tipos móviles.
La ilusión de esa mañana se parecía a la del niño de pueblo que fui cuando tenía paseo de día entero y conduje desde la frontera francesa emocionado y alerta. Pero como a la vida le tienen sin cuidado las ilusiones de nadie, encontramos que el museo estaba cerrado.
Con el corazón roto y haciendo pucheros, me refugié en un café de la plaza principal en donde se ponía en escena un pintoresco mercadillo de domingo.
De pronto y sin que lo advirtiera, el rumor de la lengua que los venteros y parroquianos desplegaban ante mí como un velo innintelegible, se apoderó del ambiente y me atrapó. Era el rumor de la lengua de Gutemberg. La lengua en la que concibió un mecanismo de engranajes y letras metálicas que cambió el curso de las otras lenguas. Y, sobre todo, la lengua a la cual sirvió la primera imprenta.
Los libros, las tipografías y los depósitos de tinta no se sirven de las palabras sino que sirven a ellas. Una lengua vive no porque haya libros escritos en sus fórmulas arbitrarias sino porque haya personas que hagan suya su gramática y la utilicen para instalar mercados dominicales y vender quesos a sus vecinos.
Y escribí este poema.

 


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Pala

Carlos Palacio (n. Yarumal, Antioquia, Colombia, 22 de mayo de 1969), es un compositor, cantante, guitarrista, poeta colombiano y Filólogo, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores letristas de su género en el país. Ganador del Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura de Colombia y de los Premios Internacionales de Poesía Miguel Hernández, Antonio Machado, José de Espronceda en España, y recientemente el Premio Jaén de Poesía. En sus canciones no sólo hay uso de metáforas, humor e ironía, sino también intertextualidad con la creación estética de diversos artistas del canon universal. Sus temas principales son el amor, el carpe diem, la historia e idiosincrasia colombianas, y la urgencia de romper con una mentalidad conservadora, inquisitorial y ultracatólica.​

miércoles, 1 de mayo de 2024

La puntuación, la sintaxis y el amor: Leila Macor

El siguiente texto me lo compartieron en un taller de creación literaria.  

Se trata de un texto de la escritora Leila Macor, y que ha sido reproducido en varios diarios, blogs, revistas, e incluso programas radiales.  Este fragmento hace parte de su libro Nosotros, los impostores.  (Montevideo. Sudamericana 2010)

Me pareció un texto que tiene humor y muchos focos de reflexión, por lo cual lo comparto en este blog. 



La puntuación, la sintaxis y el amor

Leila Macor


Siempre que pongo un punto y coma sonrío. Me acuerdo de un amigo de mi hermano, a quien yo amaba como loca en mi adolescencia, que dijo una vez que un verdadero escritor se reconoce porque sabe usar el punto y coma.

Por supuesto comencé a usar frenéticamente el punto y coma, aunque él nunca se dio cuenta de mi pericia puntuadora.

Luego, en el colegio, escribía parodias de los poemas que estudiábamos en la clase de Literatura y las pegaba en la cartelera del salón, sólo para ver reír al chico del fondo que me gustaba y que no me hacía el menor caso, excepto cuando leía aquellas burlas gracias a las cuales yo existía un poquito para él.

Me enamoré después de un hippie. En consecuencia, un ejército de gnomos, hadas y plagiados cronopios tomó por asalto mis cuadernos, que por fortuna hice desaparecer de la faz de la Tierra.

Mi primer novio leía a Nietzsche: en aquel tiempo escribí herméticamente versos oscuros sobre simbólicas tarántulas que hoy día no consigo entender (y creo que en aquel momento tampoco).

Poeta

El siguiente fue un poeta para quien el punto y coma era tan feo e inelegante como una factura de la luz, los dos puntos un recurso vulgar destinado a un recetario de cocina y los paréntesis una trampa que esconde la incapacidad expresiva del escritor.

Así que punto y coma, dos puntos y paréntesis quedaron proscritos de mi escritura durante un par de años. Sólo después de mucho esfuerzo los logré reincorporar.

Algunos de los hombres que me gustaron no eran lectores y simplifiqué mis textos; otros eran intelectuales y entonces los academicé, llenándolos de citas de Heidegger y Schopenhauer que tomaba prestadas de mi agenda.

Una vez me enamoré de uno que amaba las oraciones cortas y las sentencias desadjetivadas; poco después me enamoré de otro que prefería el barroquismo y las descripciones delirantes: salté de Carver a Carpentier como quien cruza la calle.

Después tuve un novio fanático de Rimbaud y de Baudelaire y yo me puse por tanto agresiva y negativa.

Sándwich

Luego vino un chico que odiaba el «sándwich literario», que es cuando se coloca un sustantivo entre dos adjetivos (por ejemplo, la «enigmática casa antigua»). Ergo, me volví implacable con los adjetivos, cacé sándwiches y acabé con todos ellos.

El siguiente se la tenía jurada a los adverbios. Decía que son un bastón para apoyar a un verbo que no tiene suficiente fuerza.

Saqué adverbios y usé sólo verbos autoválidos.

Y otro abogaba por la eliminación de la palabra «como». La luna es un queso, no como un queso. El «como» ensucia la metáfora, decía, porque la transforma en una anodina comparación. Busqué entonces todos los «como» de mis archivos con Find and Replace y los borré de un manotón en el teclado.

Luego mi ex esposo se reveló como un gran admirador de Kundera y elogió las metáforas que «caen como un rayo iluminador sobre una escena».

Intenté por ende, y durante años, imitar el rayo iluminador de Kundera.

Pero ninguno de ellos se enteró jamás, lógicamente, de todo esto que se cocía entre la palabra y yo.

Desde que puedo recordar, la escritura ha sido mi forma más inadvertida, menos eficaz y peor orientada de coquetear.

Leila Macor

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Leila Macor es una escritora y periodista venezolana, que vivió en Montevideo, Uruguay, entre 1996 y 2011, autora de Lamentablemente estamos bien y Nosotros los impostores.​​Entre 2005 y 2008 escribió dos columnas en la revista impresa Vayven del diario El Observador. 


miércoles, 24 de abril de 2024

La chispa de Francisco de Quevedo

Es legendaria la agudeza de ingenio de Francisco de Quevedo. Hoy les comparto tres  divertidas anécdotas del gran escritor. (Tomado de Historias de la literatura)

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Un día un aprendiz insistió en leerle un par de sonetos que había escrito.

Tras leer el primero, Quevedo le dijo:

—El siguiente será mejor.

A lo que el aprendiz replicó:

—¿Cómo podeis saberlo, si aún no lo he leído?

Y Quevedo respondió:

—Sencillamente, amigo mío, porque es imposible que sea peor que el que acabo de escuchar.

📚📚

Un día paseaba Quevedo por las galerías del Real Alcázar, cuando un grupo de cortesanos que estaban allí le reconocieron, y, sabiendo de su habilidad para improvisar versos, uno le dijo:

—¡Quevedo, hacednos un verso!

El escritor le contestó:

—Dadme pie.

Quevedo pretendía una palabra o una idea, pero el cortesano lo interpretó literalmente y le acercó su pie.

El autor, sujetando el pie, improvisó:

—Paréceme, gran señor,

que estando en esta postura,

yo parezco el herrador

y vos la cabalgadura.

📚📚📚

Estando enfermo Quevedo durante su cautiverio en el Convento Real de San Marcos, en León, uno de los religiosos que lo cuidaban, le trajo un caldo que más que caldo era agua caliente.

El poeta empezó a decir:

—¡Bravo caldo, valiente caldo!

Ante la pregunta del religioso de porqué era valiente el caldo, Quevedo respondió:

—Porque no tiene nada de gallina.


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Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos 
(1580- 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro. Fue caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618​ y señor de Torre de Juan Abad a partir de 1620. Junto con Luis de Góngora, con quien mantuvo una enemistad durante toda su vida, es reconocido como uno de los más notables poetas de la literatura española. Además de su poesía, fue un prolífico escritor de narrativa y teatro, así como de textos filosóficos y humanísticos.

jueves, 18 de abril de 2024

Decálogo literario Zadie Smith

 Decálogo de Zadie Smith

Tomada de El Tiempo.

I

Mientras seas pequeño, asegúrate de leer muchos libros. Dedica más tiempo a la lectura que a cualquier otra actividad.


II

De adulto, intenta leer tu propio trabajo como lo leería un extraño. O mejor aún, como lo leería un enemigo.


III

No rodees de romanticismo tu «vocación». O eres capaz de escribir buenas frases, o no. No existe eso del «estilo de vida del escritor», lo único que importa es lo que dejas en la página.


IV

Evita tus debilidades. Pero hazlo sin decirte a ti mismo que las cosas que no puedes hacer no valen la pena. No disfraces tu falta de confianza en ti mismo de desprecio.


V

Deja que pase un tiempo aceptable entre el proceso de escritura y el de edición.


VI

Evita las camarillas, las pandillas y los grupos. La presencia de la manada no hará que mejores como escritor.


VII

Trabaja en un ordenador que no tenga conexión a Internet.


VIII

Protege el tiempo y el espacio que dedicas a escribir. Mantén a todo el mundo lejos de tu espacio de trabajo, incluso a aquellas personas que son más importantes para ti.


IX

No confundas premios con logros.


X

Di la verdad. A través de cualquier forma en la que se te revele, pero dila. Resígnate a la eterna tristeza que proviene de nunca quedar satisfecho.

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Zadie Adeline Smith, de nacimiento Sadie Adeline Smith, (Londres, 25 de octubre de 1975)1 es una escritora, novelista, ensayista, y escritora de relatos cortos británica.​ 

Su primera novela, Dientes blancos se convirtió inmediatamente en un best-seller y ganó varios premios. Es profesora titular de la Facultad de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York desde septiembre de 2010.

miércoles, 3 de abril de 2024

Gramática del Asombro: Carlos Palacio. Premio Jaén de Poesía 2023

Esta semana me place compartirles dos poemas del escritor, filólogo, músico, cantautor y médico Carlos Alberto Palacio  (Pala), a quien conozco personalmente hace muchos años, y me honra con su amistad. 

Estos textos hacen parte de su último libro Gramática del Asombro, publicado por la editorial Hiperion y con el que ganó el premio Jaén de Poesía en el 2023





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Pala

Carlos Palacio (n. Yarumal, Antioquia, Colombia, 22 de mayo de 1969), es un compositor, cantante, guitarrista, poeta colombiano y Filólogo, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores letristas de su género en el país. Ganador del Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura de Colombia y de los Premios Internacionales de Poesía Miguel Hernández, Antonio Machado, José de Espronceda en España, y recientemente el Premio Jaén de Poesía. En sus canciones no sólo hay uso de metáforas, humor e ironía, sino también intertextualidad con la creación estética de diversos artistas del canon universal. Sus temas principales son el amor, el carpe diem, la historia e idiosincrasia colombianas, y la urgencia de romper con una mentalidad conservadora, inquisitorial y ultracatólica.​

Pueden adquirir el libro en el siguiente enlace https://pala.com.co/tienda/

miércoles, 6 de marzo de 2024

Lanzamiento del libro 18 fotos.

El próximo 18 de marzo de 2024 tendrá lugar el lanzamiento del libro 18 FOTOS de la escritora Angela María Ramírez Gil. El evento será en la sala Mi Barrio del Parque Biblioteca de Belén. 


18 Fotos cuenta la historia de una mujer que ha tenido una relación distante con su padre, y recibe al morir este, una cámara fotografica de las antiguas, en la que descubre un rollo aún sin revelar.  Desconoce que fotografías fueron tomadas por su padre. También descubre que aun quedan 18 fotos por tomar.  Una idea fascinante para una novela.  

A continuación, con el permiso de la autora trascribo algunos apartes. 

Miro el celular. Ocho y dos. Salgo. La gente se ha multiplicado. El sol está tímido aún; debe ser por el cemento que me rodea. Las columnas del metro disimulan el exceso de luz en esta época. Hay un afán en el aire. En los seis metros que camino para llegar al local de las fotos, me zarandean dos veces, chocan con mis hombros y, como si el viento se llevara las palabras, un «disculpe» se arrastra hasta mis oídos.

—¿También revelan estos rollos? —pregunto de inmediato cuando entro al local.

Eso debí habérmelo cuestionado antes de crear todas estas expectativas, de fantasear con lo que mi papá tenía ahí, con lo que había visto, con lo que había grabado para mí, o tal vez no eran para mí las fotos y tan solo no las reveló porque lo ligaban a todo el pasado con mi mamá.

La mujer, vestida con delantal blanco, de cabello rubio con raíces oscuras y grumos de pestañina, exagerados para la hora y el trabajo, me dice que claro que me lo pueden revelar y que también aplica la promoción. Estira la mano y yo me aferro a los secretos —creo que lo son—.

—Pero es que tiene por ahí, no sé, ¿quince años? —le digo agarrando la Minolta.

—¿La cámara?

—El rollo. La cámara tiene muchos más. ¿Sí saldrá algo?

—¡Juan! —grita la mujer, y detrás de una cortina amarilla y negra, a juego con todo el local, aparece un hombre calvo y bajito, tiene una figura cuadrada. —Mirá, que esto tiene un rollo de quince años.

—O más —interrumpo.

—O más —repite ella.

El tipo nos mira como si fuéramos pelotas de pimpón y sonríe, alza las manos y dice que saldrán claras, pero saldrán, eso sí, si están bien tomadas.

—¿Es una réflex? —Se acerca, mira la cámara y la revisa—. Te quedan seis o dieciocho por tomar, depende del rollo.

—Dieciocho —respondo.

Estoy segura: las películas de treinta y seis salían más económicas. Era propio de mi papá.

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«Es un karma, un karma», me repetí. La muerte iba alcanzándome, y yo me rendía como si fuera una flor bajo un aguacero. Tomé la Minolta, la metí en una caja abajo del clóset donde pongo los zapatos y seguí con mi vida tan serena como pude. Y lo logré. Me acostumbré a los días tranquilos, a los momentos perfectos, esos en los que, sin necesidad de tener una persona al lado o una comida exquisita, yo estaba bien, feliz con mis carencias, en mi cama demasiado dura, en mi cuarto pequeño. Estaba tan conforme que los imbéciles del lunes me hicieron doler la cabeza, cuando en el tranvía empezaron a hablar de por qué uno de ellos no quería seguir con su novia.

«Es que es tan plana, parce». Me miré el pecho, fue un reflejo de la crianza machista que tuve. Me reí, pero luego el tipo aclaró su frase, y la risa se me disolvió: «Tiene una vida tan aburrida y plana que ya no puedo seguir con ella».

Yo, en todos los sentidos, soy una mujer plana. En la mañana llego siempre temprano. Las tres cuadras que tengo que caminar, de la estación al trabajo, me las paso en zigzag para no leer lo que entiendo mal, para evitar pasar por el edificio del que mi papá saltó porque mi trabajo queda ahí abajito. Creo que, por eso, al ver el letrero de revelado e impresión de fotos al 50 %, este me llamó la atención. Estoy cansada de tirarle blusas y trapos a la caja con la cámara cada que abro el clóset. Hay algo que me impide taparla del todo, y sin embargo no quiero verla. Por eso decidí revelar el rollo.

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 Agarro mi cámara. Luisa me dice que parezco una turista en Cartagena. Me quito la toca, me suelto el cabello y salgo al sol de las tres de la tarde que pega duro.

Bajo por todo Ayacucho. Me voy buscando la sombra, pero lo único que aplaca la luz amarilla es el tranvía. En el semáforo de la 35 paro. Está en verde. Miro a todos lados a ver si paso, pero un taxi aprovecha y mete pique antes de que cambie. Algo en el semáforo está mal, pero no soy capaz de reconocerlo hasta que me fijo bien. Capas y capas de cinta de embalaje sostienen el tablero de luces. Me río y le saco una foto. Los remiendos funcionan. Es posible que yo use algo así para arreglarme, para amarrar esas piezas flojas, esas que se me han ido quedando regadas con los años y las experiencias. Esas grietas que tengo las puedo sellar y tal vez funcionarían bien como el semáforo, como todo el mundo en una u otra etapa de su vida. La idea con la foto es acabar el rollo.

 

 Los esperamos este lunes 18 de marzo para las 18 fotos. (Entrada Libre)

 

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