miércoles, 1 de noviembre de 2023

Estrategia. Cuento de Elvirita Hoyos

Esta semana agradecemos a la escritora cartagenera Elvirita Hoyos el compartirnos uno de sus cuentos





ESTRATEGIA

C. Elvirita Hoyos C.
Cartagena de Indias. Colombia.


La prensa virtual, que leo solamente las mañanas de los sábados, anunciaba con grandes titulares que a mediados de agosto se vería la lluvia de estrellas más espectacular del verano, lo cual sería un acontecimiento digno de verse, pues este evento, se repetiría en el año 2126. Para ello, bastaba con ir a un lugar muy oscuro del planeta, sin contaminación lumínica. Yo tenía 27 años y aunque tuviera menos, no alcanzaría a existir para esa fecha próxima, pues apenas corría el 2016. Vivía en una ciudad populosa, extensa y muy iluminada así que debía buscar “ese” lugar de cielos oscuros y descontaminado.

Confieso que la idea, no me interesó en un primer momento, pero mientras me rasuraba la barba cobriza frente al espejo, recordé a Stefani. A ella le gustaba todo lo que tuviera que ver con el espacio galáctico, sin concernir si era ficción o no, sentía que la vitalizaba de una manera especial como si la acercara a Dios con letras mayúsculas. Yo no me ocupaba de esas cosas que a ella le quitaban el sueño, por lo que no alcanzaba sus niveles de comprensión, ¿Qué me importaba a mí, lo que ocurriera allá fuera? Me sentía seguro y cómodo en mi planeta, y con los pies totalmente en tierra. Pero estaba enamorado y ella me rechazaba porque si o porque no; unas veces, me decía: incrédulo, otras, ateo, concluyendo que no había ninguna afinidad entre nosotros. Por lo tanto, no y no. Y ese “no de Stefani, me volvía loco… de amor por ella…

Además, la idea de estar juntos en un lugar oscuro empezó a obsesionarme. Me fui a una agencia de viajes, a buscar cuál sería el mejor destino para esta ocasión y después de analizar varias posibilidades, elegí a Cartagena, una ciudad mágica a orillas del mar Caribe, lo cual significaba amplitud de horizontes con cielos despejados, desde allí, podíamos ver claramente ese fenómeno: la ciudad, comparada con la nuestra, era pequeña, tendría poca iluminación artificial. Y lo mejor es, que la rodeaba una cadena de islas, llamadas del Rosario, con hoteles ecológicos, alejados del perímetro urbano. Era el sitio ideal, para descubrir nuestra pasión, porque de algo estaba seguro y es que yo le atraía a Stefani.

En la tarde la llamé, para vernos por algo urgente y misterioso que quería contarle. En el camino a su casa, se me ocurrió trasformar un poco la información que había leído esa mañana. Hacerla interesante, ayudándome de gestos serios, preocupados, con actitudes lentas, silenciosas. Después de un breve momento, me dijo:

−Cuéntame qué te pasa.

Yo respiré profundo y luego expelí todo el aire contenido con indicios de verdadera preocupación.

− ¿Crees en los sueños? Dije.

−Sí, claro. ¿Qué soñaste?

−Anoche, le conté, mientras dormía tuve un sueño tan nítido que parecía real. Vi un ser indefinible, que me señalaba el firmamento. Entonces yo miré, y vi fuego blanco que venía del cielo. Como si fueran bolas pequeñas que dejaban una estela de luz blanquecina que caían a la tierra.

−Y ¿qué crees que sea eso?

−No lo sé, pero tengo miedo. Mírame tengo los pelos de punta. También tengo ojeras.

− ¿Ojeras? Pues yo no te las veo.

−No las ves, pero yo si me las siento. También siento un calor abrasador y sed.

−Tendrás fiebre. A ver, déjame tocar tu frente.

−Estas normal. Te traeré agua.

−No agua no. Algo más fuerte, si tienes.

Y mientras ella alcanzaba las copas y botella, a dos metros de donde estaba yo; me levanté y senté tres veces del cómodo butaco, cuidando bien que se diera cuenta.

−Estas nervioso. ¿Hay algo más?

−Sí. Pero no quiero asustarte.

Para ese momento había visto su interés en mis palabras. Podría jurar que estaba asustada. Esperé unos segundos, con el vaso en las manos y volví hablar:

−El ser indefinido me dijo, que me esperaba allí… en ese lugar.

− ¿Conoces el lugar? ¿Cómo es? ¿Dónde queda?

−No. Parece una isla, había una larga extensión de playa. Todo era oscuro, muy oscuro.

− ¿No había luces de ciudad o de casas o algo parecido?

−No. Vi palmeras, playa y mar. Ahora recuerdo, si…alguien, alguien que no vi estaba a mi lado.

−O sea que no estabas solo…

−No.

−Un sueño bonito ¿no crees?

− ¿Bonito? ¡Es aterrador!

−No pienso como tú. Ves luces, estas acompañado y recibes un mensaje… ¡Debes ir!

− ¿Ir? ¿Yo? ¿Solo? Y… ¿adónde?

−Bueno, investiguemos en la web.

Y así fue como por su propia iniciativa investigamos en la web, durante tres horas. Empezó explicándome que el sueño era una cita cósmica, real, contundente y para mí. De pronto descubrió en la web, la noticia de la lluvia de estrellas, y me tradujo el sueño, explicándome que se trataba de polvo de meteoritos que ocurría cada cierto número de años. Que el ser indefinido, que había visto, era yo mismo de una vida anterior que había vuelto para recordarme que ya lo había visto cuando yo era él y ahora debía verlo de nuevo, porque era un espectáculo maravilloso. Que posiblemente me traería un regalo.

− ¿Un regalo? Pregunté extrañado…quizá un carro o la lotería…

−No seas materialista, replicó. Se trata de un regalo espiritual, divino.

−Pero si son meteoritos, ¡van a destruir la tierra!

−No. Aquí dice que estos meteoritos al pasar cerca del sol se convierten en partículas de polvo de estrellas debido al deshielo producido por el calor solar, y se desintegran al entrar a la atmósfera de la tierra por la velocidad que traen, y se ven luminosas porque se localizan en una zona radiante que da su nombre a la lluvia de estrellas. Las de agosto, próximas a caer o verse, se localiza en la constelación de Perseo. Que no había nada que temer.

Stefani estaba emocionada, y yo tenía vergüenza de mi mentira, sentía nauseas, mareo. Debía decirle que el sueño lo había inventado como estrategia de conquista. Pero, no me atreví, efectivamente la amaba y más ahora que la sabia frágil, ingenua, inocente. De pronto descubrí que también yo, quería creerme mi propia mentira. Al fin y al cabo, la había inventado yo, quizás fue una intuición o una decodificación que me fue comunicado por ese otro yo en sueños, para no asustarme debido a mi incredulidad.

Sudaba copiosamente, por la revelación que acababa de tener, al convencerme de mis propios pensamientos que nuevamente se vieron interrumpidos por Stefani:

−Sabes me dijo, algo me dice que la presencia que estaba a tu lado en el sueño era Yo.

Estupefacto, la miré asombrado.

− ¿Tú?

−Sí. Yo. Iré contigo. Buscaremos cual es esa Isla en la web, parece que está ubicada en el Caribe…

Apenas si podía contener mi alegría. Estuve a punto de decirle que ya la había encontrado en una agencia de viaje; pero mi intuición de varón me dijo: cálmate; déjala que sea ella quien la encuentre. Me senté silencioso a su lado frente al computador, maravillado del poder que ella ejercía sobre mí. Ella resolvería la complejidad enmarañada, mientras yo disfrutaba de mis recientes atributos espirituales, visualizando lo que ocurriría en ese lugar solitario y oscuro, do quiera que estuviese situado, sin más contaminación lumínica que el fuego interior de nuestros cuerpos.



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