Roberto Bolaño y los combates de verdad
«Una noche Amalfitano le preguntó, por decir algo mientras el joven buscaba en las estanterías, qué libros le gustaban y qué libro era aquel que en ese momento estaba leyendo. El farmacéutico le contestó, sin volverse, que le gustaban los libros del tipo de 'La metamorfosis', 'Bartleby', 'Un corazón simple', 'Un cuento de Navidad'. Y luego le dijo que estaba leyendo 'Desayuno en Tiffanys', de Capote. Dejando de lado que Un corazón simple y Un cuento de Navidad eran, como el nombre de este último indicaba, cuentos y no libros, resultaba revelador el gusto de este joven farmacéutico ilustrado, que tal vez en otra vida fue Trakl o que tal vez en ésta aún le estaba deparado escribir poemas tan desesperados como su lejano colega austriaco, que prefería claramente, sin discusión, la obra menor a la obra mayor. Escogía 'La metamorfosis' en lugar de 'El proceso', escogía 'Bartleby' en lugar de 'Moby Dick', escogía 'Un corazón simple' en lugar de 'Bouvard y Pécuchet', y 'Un cuento de Navidad' en lugar de 'Historia de dos ciudades' o de 'El Club Pickwick'. Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez».
"2666" (un combate de verdad)
Editorial Anagrama
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