Para ésta semana, más literatura: Un fantástico cuento de Isaac Asimov. ("Robot dreams" 1986)
miércoles, 28 de septiembre de 2022
Sueños de robot. Isaac Asimov
miércoles, 21 de septiembre de 2022
Consejos para escribir de Raymond Carver
Raymond Carver hoy en día es considerado como uno de los mejores exponentes del género corto y del realismo sucio. Aquí dejo trece consejos de escritura, tomados de la página de Miguel Alvarez, que pueden ser de ayuda para los nuevos escritores.
1. Un poco de autobiografía y mucho de ficción.
Tienes que saber lo que estás haciendo cuando conviertes en ficción tu vida. Tienes que ser extremadamente atrevido, habilidoso e imaginativo y estar dispuesto a decirlo todo sobre ti. Cuando eras joven te han dicho una y otra vez que escribieras sobre lo que conoces, ¿y qué conoces mejor que tus propios secretos? Pero a menos que seas un tipo muy especial de escritor, y uno muy talentoso, es peligroso intentar escribir un volumen y otro de «La historia de mi vida». Un gran peligro, o al menos una gran tentación, para muchos escritores es volverse demasiado autobiográficos. Un poco de autobiografía y mucho de ficción es lo mejor.
2. Mata la ambición, conserva el talento (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Cuando tenía 27 años, allá por 1966, me di cuenta de que tenía problemas mantener la atención a lo largo de una novela. Durante un tiempo tuve dificultades para leerlas y escribirlas. Había perdido la capacidad de atención, ya no tenía la paciencia necesaria para escribir novelas. Es una historia personal demasiado tediosa para hablar de ella aquí. Pero sé que tiene mucho que ver con por qué escribo poemas y cuentos. Entra, sal. No te andes por las ramas. Continúa. Bien pudiera ser que perdí mis grandes ambiciones por esa época, al final de la veintena. Si las perdí, creo que fue para bien. La ambición y un poco de suerte no son malas compañeras de viaje para un escritor. Demasiada ambición y mala suerte, o nada de suerte, pueden ser letales. Se necesita talento.
3. Permítete desarrollarte.
Pienso que es importante que un escritor cambie, que haya un desarrollo natural, y no una decisión. Así que cuando acabo un libro, no escribo nada durante seis meses, excepto un poco de poesía o un ensayo.
4. Sé paciente contigo mismo.
Cuando escribo, escribo todos los días. Es maravilloso cuando sucede. Un día enlazándose con el siguiente. A veces ni siquiera sé en qué día de la semana vivo. John Ashbery lo llamaba «la rueda de los días.» Cuando no escribo, como ahora, cuando las obligaciones académicas me atan como últimamente, es como si nunca hubiera escrito una palabra o no tuviera ningún deseo de hacerlo. Reincido en los malos hábitos. Estoy despierto hasta muy tarde y duermo demasiado. Pero está bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi momento. Tuve que aprender esa lección mucho tiempo atrás. Paciencia. Si creyera en los tótems, supongo que mi animal totémico sería la tortuga.
5. Mira el mundo con tus propios ojos. (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Algunos escritores tiene un montón de talento, pero no conozco a ningún escritor que no tenga nada. Pero una forma única y precisa de mirar las cosas, y encontrar el contexto adecuado para expresar esa forma de mirar, es algo muy distinto… Todo maestro, o incluso todo muy buen escritor, rehace el mundo de acuerdo con sus propias coordenadas. Hablo de algo muy parecido al estilo, pero no es solo estilo. Es el sello particular e inconfundible de todo lo que escribe un escritor. Es su mundo y no otro. Es una de las cosas que distingue a un escritor de otro. No el talento. Sobra talento por ahí. Pero un escritor que tiene una forma especial de mirar a las cosas y que confiere una expresión artística esa forma de mirar: ese escritor puede dar que hablar durante un buen tiempo.
6. Y no a través de los de nadie más (obviamente, de la misma fuente.)
Un escritor no debería pretender mirar las cosas de la misma forma que otro, como Barthelme por ejemplo. No funcionaría. Solo hay un Barthelme, y que otro escritor intente apropiarse de su peculiar sensibilidad o mise en scene bajo el pretexto de innovar equivale para ese escritor a jugar con el caos y el desastre y, peor, el autoengaño.
7. Escribe para ti, y para otros escritores.
Cualquier escritor digno de ese nombre escribe tan bien y sinceramente como puede y espera un público tan grande y receptivo como sea posible. Así que escribe tan bien como puedas y espera tener buenos lectores. Pero yo pienso que, hasta cierto punto, también escribirás para otros escritores, tanto para los escritores muertos cuya obra admiras, como para los escritores vivos que te gusta leer. Si a ellos les gusta, a los otros escritores, existen bastantes probabilidades de que también les guste a otros adultos inteligentes, hombres y mujeres.
8. Sin trucos.
Odio las trucos. Al primer indicio de truco o trampa, ya sea un truco barato o uno trabajado, en una pieza de ficción, tiendo a salir huyendo. Los trucos al final son aburridos, y yo me aburro fácilmente, lo que puede estar relacionado con que no tenga mucha capacidad de concentración. Pero la escritura extremadamente pedante, o simplemente boba, me duerme. Los escritores no necesitan trucos o trampas ni tampoco ser los tipos más listos del barrio. A riesgo de parecer tonto, un escritor a veces necesita ser capaz de quedarse quieto mirando absolutamente sorprendido esto o aquello, una puesta de sol o un viejo zapato. Estoy contra los trucos que llaman la atención, en un esfuerzo por resultar inteligente o simplemente astuto… Un escritor no debe perder de vista la historia. No estoy interesado en obras que son todo textura y nada de carne y hueso. Supongo que estoy demasiado chapado a la antigua y pienso que el lector debe estar de algún modo involucrado en la historia a un nivel humano.
9. No finjas (del ensayo John Gardner: escritor y profesor.)
Mi profesor (John Gardner) tenía la convicción de que si las palabras de la historia eran confusas por culpa de la insensibilidad del autor, o su despreocupación, o sentimentalismo, entonces esta sufriría un tremendo revés. Pero había algo que debía evitarse a toda costa: si las palabras y los sentimientos no eran sinceros, si el autor los estaba fingiendo, escribiendo sobre cosas que no le importaban o no creía, entonces no podría importarle nunca a nadie. Los valores y el oficio de un escritor. Eso era lo que el hombre enseñaba y defendía, y he conservado conmigo esa idea todos estos años desde aquella época, breve pero trascendental.
10. Crea tensión (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Me gusta cuando hay cierto sentimiento de riesgo o sensación de peligro en los cuentos. Pienso que es bueno tener una pequeña dosis de riesgo en una historia. Porque es bueno para la fluidez. Tiene que haber tensión, la sensación de que algo es inminente, que ciertas cosas están inevitablemente en movimiento, o si no, muy a menudo, simplemente no habrá historia. Lo que genera la tensión en una obra de ficción es en parte la forma en que las palabras concretas se unen para formar la acción visible de la historia. Pero también están las cosas que quedan fuera, lo implícito, el paisaje justo debajo de la suave (a veces rugosa y desorganizada) superficie de los hechos.
11. Presta atención a los pequeños detalles.
No tiendo a la retórica o la abstracción en la vida, el pensamiento, o la escritura, así que cuando escribo sobre gente quiero ubicarlos en un escenario que sea tan real como sea posible. Esto puede significar meter en el escenario una televisión o una mesa o un rotulador, pero si estos objetos van a formar parte de la escena no deben estar muertos. No quiero decir exactamente que deban cobrar vida, pero deben hacerse sentir de alguna manera. Si vas a describir una cuchara o una silla o un equipo de televisión, no querrás meter simplemente estas cosas en la escena y olvidarte de ellas. Querrás darles algún peso, conectarlas con las vidas a su alrededor. Para mí estos objetos juegan un papel en la historia; no son «caracteres» en el sentido en que lo son las personas de mis historias, pero están ahí y quiero que mis lectores sean conscientes de que están ahí, que sepan que este cenicero está aquí, esta televisión allá (y que está encendida o apagada), que en la chimenea hay viejas latas.
12. Escribe lo que quieres decir, con claridad (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk.)
Al final es todo lo que tenemos, las palabras, y es mejor que sean las adecuadas, con los signos de puntuación donde corresponde de forma que aquellas puedan decir de la mejor forma posible lo que se supone que deben decir. Si las palabras están recargadas con las emociones incontroladas del escritor, o si son imprecisas e inexactas por alguna otra razón, si las palabras son confusas, los ojos del lector resbalaran sobre ellas sin que se consiga nada. No se activará el sentido artístico del lector. Henry James denominaba esta suerte de mala escritura «especificación pobre.»
13. No tienes que tener todas las respuestas.
El trabajo del escritor, si tiene alguno, no es dar conclusiones o respuestas. Si la historia responde a sus propios problemas y conflictos internos ya es suficiente. Por otro lado, me gusta asegurarme de que mis lectores no se sientan engañados de una forma u otra cuando acaban mis historias. Es importante que los escritores satisfagan a los lectores, aunque no den respuestas, o soluciones claras. La buena ficción consiste parcialmente en llevar noticias de un mundo a otro. Ese fin es bueno en sí y por sí mismo, pienso… No hay que hacer nada más. Está ahí por el intenso placer que nos proporciona hacerla, y el diferente tipo de placer que significa leer algo duradero y hecho para perdurar, algo hermoso en sí y por sí mismo. Algo que produce luz, un resplandor persistente y constante, aunque lúgubre.
__________________
Raymond Carver
Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, 2 de agosto de 1988)fue un cuentista y poeta estadounidense. Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.Raymond Carver hoy en día es considerado como uno de los mejores exponentes del género corto y del realismo sucio. Aquí dejo trece consejos de escritura, tomados de la página de Miguel Alvarez, que pueden ser de ayuda para los nuevos escritores.
1. Un poco de autobiografía y mucho de ficción.
Tienes que saber lo que estás haciendo cuando conviertes en ficción tu vida. Tienes que ser extremadamente atrevido, habilidoso e imaginativo y estar dispuesto a decirlo todo sobre ti. Cuando eras joven te han dicho una y otra vez que escribieras sobre lo que conoces, ¿y qué conoces mejor que tus propios secretos? Pero a menos que seas un tipo muy especial de escritor, y uno muy talentoso, es peligroso intentar escribir un volumen y otro de «La historia de mi vida». Un gran peligro, o al menos una gran tentación, para muchos escritores es volverse demasiado autobiográficos. Un poco de autobiografía y mucho de ficción es lo mejor.
2. Mata la ambición, conserva el talento (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Cuando tenía 27 años, allá por 1966, me di cuenta de que tenía problemas mantener la atención a lo largo de una novela. Durante un tiempo tuve dificultades para leerlas y escribirlas. Había perdido la capacidad de atención, ya no tenía la paciencia necesaria para escribir novelas. Es una historia personal demasiado tediosa para hablar de ella aquí. Pero sé que tiene mucho que ver con por qué escribo poemas y cuentos. Entra, sal. No te andes por las ramas. Continúa. Bien pudiera ser que perdí mis grandes ambiciones por esa época, al final de la veintena. Si las perdí, creo que fue para bien. La ambición y un poco de suerte no son malas compañeras de viaje para un escritor. Demasiada ambición y mala suerte, o nada de suerte, pueden ser letales. Se necesita talento.
3. Permítete desarrollarte.
Pienso que es importante que un escritor cambie, que haya un desarrollo natural, y no una decisión. Así que cuando acabo un libro, no escribo nada durante seis meses, excepto un poco de poesía o un ensayo.
4. Sé paciente contigo mismo.
Cuando escribo, escribo todos los días. Es maravilloso cuando sucede. Un día enlazándose con el siguiente. A veces ni siquiera sé en qué día de la semana vivo. John Ashbery lo llamaba «la rueda de los días.» Cuando no escribo, como ahora, cuando las obligaciones académicas me atan como últimamente, es como si nunca hubiera escrito una palabra o no tuviera ningún deseo de hacerlo. Reincido en los malos hábitos. Estoy despierto hasta muy tarde y duermo demasiado. Pero está bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi momento. Tuve que aprender esa lección mucho tiempo atrás. Paciencia. Si creyera en los tótems, supongo que mi animal totémico sería la tortuga.
5. Mira el mundo con tus propios ojos. (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Algunos escritores tiene un montón de talento, pero no conozco a ningún escritor que no tenga nada. Pero una forma única y precisa de mirar las cosas, y encontrar el contexto adecuado para expresar esa forma de mirar, es algo muy distinto… Todo maestro, o incluso todo muy buen escritor, rehace el mundo de acuerdo con sus propias coordenadas. Hablo de algo muy parecido al estilo, pero no es solo estilo. Es el sello particular e inconfundible de todo lo que escribe un escritor. Es su mundo y no otro. Es una de las cosas que distingue a un escritor de otro. No el talento. Sobra talento por ahí. Pero un escritor que tiene una forma especial de mirar a las cosas y que confiere una expresión artística esa forma de mirar: ese escritor puede dar que hablar durante un buen tiempo.
6. Y no a través de los de nadie más (obviamente, de la misma fuente.)
Un escritor no debería pretender mirar las cosas de la misma forma que otro, como Barthelme por ejemplo. No funcionaría. Solo hay un Barthelme, y que otro escritor intente apropiarse de su peculiar sensibilidad o mise en scene bajo el pretexto de innovar equivale para ese escritor a jugar con el caos y el desastre y, peor, el autoengaño.
7. Escribe para ti, y para otros escritores.
Cualquier escritor digno de ese nombre escribe tan bien y sinceramente como puede y espera un público tan grande y receptivo como sea posible. Así que escribe tan bien como puedas y espera tener buenos lectores. Pero yo pienso que, hasta cierto punto, también escribirás para otros escritores, tanto para los escritores muertos cuya obra admiras, como para los escritores vivos que te gusta leer. Si a ellos les gusta, a los otros escritores, existen bastantes probabilidades de que también les guste a otros adultos inteligentes, hombres y mujeres.
8. Sin trucos.
Odio las trucos. Al primer indicio de truco o trampa, ya sea un truco barato o uno trabajado, en una pieza de ficción, tiendo a salir huyendo. Los trucos al final son aburridos, y yo me aburro fácilmente, lo que puede estar relacionado con que no tenga mucha capacidad de concentración. Pero la escritura extremadamente pedante, o simplemente boba, me duerme. Los escritores no necesitan trucos o trampas ni tampoco ser los tipos más listos del barrio. A riesgo de parecer tonto, un escritor a veces necesita ser capaz de quedarse quieto mirando absolutamente sorprendido esto o aquello, una puesta de sol o un viejo zapato. Estoy contra los trucos que llaman la atención, en un esfuerzo por resultar inteligente o simplemente astuto… Un escritor no debe perder de vista la historia. No estoy interesado en obras que son todo textura y nada de carne y hueso. Supongo que estoy demasiado chapado a la antigua y pienso que el lector debe estar de algún modo involucrado en la historia a un nivel humano.
9. No finjas (del ensayo John Gardner: escritor y profesor.)
Mi profesor (John Gardner) tenía la convicción de que si las palabras de la historia eran confusas por culpa de la insensibilidad del autor, o su despreocupación, o sentimentalismo, entonces esta sufriría un tremendo revés. Pero había algo que debía evitarse a toda costa: si las palabras y los sentimientos no eran sinceros, si el autor los estaba fingiendo, escribiendo sobre cosas que no le importaban o no creía, entonces no podría importarle nunca a nadie. Los valores y el oficio de un escritor. Eso era lo que el hombre enseñaba y defendía, y he conservado conmigo esa idea todos estos años desde aquella época, breve pero trascendental.
10. Crea tensión (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)
Me gusta cuando hay cierto sentimiento de riesgo o sensación de peligro en los cuentos. Pienso que es bueno tener una pequeña dosis de riesgo en una historia. Porque es bueno para la fluidez. Tiene que haber tensión, la sensación de que algo es inminente, que ciertas cosas están inevitablemente en movimiento, o si no, muy a menudo, simplemente no habrá historia. Lo que genera la tensión en una obra de ficción es en parte la forma en que las palabras concretas se unen para formar la acción visible de la historia. Pero también están las cosas que quedan fuera, lo implícito, el paisaje justo debajo de la suave (a veces rugosa y desorganizada) superficie de los hechos.
11. Presta atención a los pequeños detalles.
No tiendo a la retórica o la abstracción en la vida, el pensamiento, o la escritura, así que cuando escribo sobre gente quiero ubicarlos en un escenario que sea tan real como sea posible. Esto puede significar meter en el escenario una televisión o una mesa o un rotulador, pero si estos objetos van a formar parte de la escena no deben estar muertos. No quiero decir exactamente que deban cobrar vida, pero deben hacerse sentir de alguna manera. Si vas a describir una cuchara o una silla o un equipo de televisión, no querrás meter simplemente estas cosas en la escena y olvidarte de ellas. Querrás darles algún peso, conectarlas con las vidas a su alrededor. Para mí estos objetos juegan un papel en la historia; no son «caracteres» en el sentido en que lo son las personas de mis historias, pero están ahí y quiero que mis lectores sean conscientes de que están ahí, que sepan que este cenicero está aquí, esta televisión allá (y que está encendida o apagada), que en la chimenea hay viejas latas.
12. Escribe lo que quieres decir, con claridad (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk.)
Al final es todo lo que tenemos, las palabras, y es mejor que sean las adecuadas, con los signos de puntuación donde corresponde de forma que aquellas puedan decir de la mejor forma posible lo que se supone que deben decir. Si las palabras están recargadas con las emociones incontroladas del escritor, o si son imprecisas e inexactas por alguna otra razón, si las palabras son confusas, los ojos del lector resbalaran sobre ellas sin que se consiga nada. No se activará el sentido artístico del lector. Henry James denominaba esta suerte de mala escritura «especificación pobre.»
13. No tienes que tener todas las respuestas.
El trabajo del escritor, si tiene alguno, no es dar conclusiones o respuestas. Si la historia responde a sus propios problemas y conflictos internos ya es suficiente. Por otro lado, me gusta asegurarme de que mis lectores no se sientan engañados de una forma u otra cuando acaban mis historias. Es importante que los escritores satisfagan a los lectores, aunque no den respuestas, o soluciones claras. La buena ficción consiste parcialmente en llevar noticias de un mundo a otro. Ese fin es bueno en sí y por sí mismo, pienso… No hay que hacer nada más. Está ahí por el intenso placer que nos proporciona hacerla, y el diferente tipo de placer que significa leer algo duradero y hecho para perdurar, algo hermoso en sí y por sí mismo. Algo que produce luz, un resplandor persistente y constante, aunque lúgubre.
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Raymond Carver
Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, 2 de agosto de 1988)fue un cuentista y poeta estadounidense. Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.
miércoles, 14 de septiembre de 2022
Exorcismo. Cuento de Carlos Alberto Velásquez C
Esta semana un cuento de ficción de Carlos Alberto Velásquez Córdoba, publicado en la antología de cuento ESO ES... PURO CUENTO. Vol 1, de la Editorial Libros para Pensar.
Esperamos que sea de su agrado.
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EXORCISMO
María de la Trinidad ya había sido llevada donde médicos, psicólogos, y psiquiatras debido a su extraño comportamiento. Inicialmente se había pensado que sus cambios eran atribuibles a la adolescencia; se sospechó consumo de drogas, epilepsia o enfermedades psiquiátricas, hasta que un sacerdote amigo planteó la posibilidad de que la joven estuviera poseída por una entidad demoníaca. Eso explicaría por qué tenía actitudes autodestructivas, cambiaba la voz y la mirada, y hablaba en lenguas desconocidas en medio de sus ataques.
Desde el mismo Vaticano comisionaron al padre Cendales, quien llegó de España, a celebrar un rito de exorcismo. Contó con la ayuda del padre Arnulfo, párroco de la iglesia cercana, y amigo de la familia, y de un pequeño grupo de monjas de una comunidad religiosa local.
Los que estuvieron en el exorcismo, describen que fue aterradora la forma como aquel demonio, que dijo llamarse Abnascelón, luchó contra las fuerzas del bien, y se aferró a aquel cuerpo de manera tal, que por momentos dudaron si podrían vencerlo. Parecía que el demonio y María de la Trinidad estaban muy compenetrados. Pero finalmente, al cabo de dos días Abnascelón fue derrotado con un rito que le impediría en un futuro volver a tomar forma.
El caso es que, a partir del exorcismo, María de la Trinidad jamás volvió a levantarse de la cama; tampoco volvió a comer o a hablar. Los días transcurrían sin esperanza para la familia de la joven, que veía con tristeza cómo aquel cuerpo, una vez alegre y despierto, iba consumiéndose como si no hubiera nadie adentro.
El padre Arnulfo volvió a hablar con el padre Cendales y nuevamente evaluaron a la joven. Sólo había una explicación posible: el exorcismo no sólo había expulsado al demonio maligno, sino que era probable que, al mismo tiempo, el alma de María de la Trinidad, por un error, o por decisión propia, hubiera salido también.
Era imperativo hacer que su alma regresara al cuerpo que yacía en esa cama.
Desde entonces, lo han intentado todo. Ellos saben que el tiempo está en su contra. Mientras más días pasen, será más difícil hacer reingresar el alma de la joven.
Sin embargo, desde otra dimensión, Abnascelón y María de la Trinidad, celebran el hecho de que ni siquiera en el Vaticano haya un solo experto en Insorcismos.
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Antología. Volumen 1
Editorial Libros para pensar
ISBN: 978-958-49-2735-4
miércoles, 7 de septiembre de 2022
Dime qué lees, y te diré quién eres. Federico García Lorca
Esta semana les comparto el discurso que dio el escritor español Federico García Lorca, en la inauguración de la biblioteca de Fuente Vaqueros, su ciudad natal.
miércoles, 31 de agosto de 2022
Revelación. Cuento de Sonia Emilce García S.
REVELACIÓN
Por Sonia Emilce García Sánchez*
Esa mañana al despertar, escuché frases que, por años, había intentado olvidar. Sorprendida, quise ubicar el sitio de donde provenían; por primera vez fui consciente de que no eran producto de mi imaginación.
En el cuarto había pocos objetos detrás de los cuales se pudiera ocultar algo o alguien. Pero al mirar la cortina, que daba justo al frente de mi cama, supe que ese era el lugar de donde provenía la voz. ¡Y no fallé! Al mirar con atención, vi como en la tela se iba revelando una figura.
Detenida contra el espaldar de madera y llevada por un instinto protector, me persigné. No podía creer lo que estaba pasando, y atónita vi como ese ser reveló un rostro de mujer.
Recordé los aprendizajes recibidos en la infancia y pronuncié las palabras que me salvarían de todo mal o peligro, de almas en pena, de diablos o extraterrestres.
—«¡En nombre de Dios Todopoderoso, dime qué quieres!»
Con voz casi suplicante, el espectro respondió:
—¡Comparte este dolor!
—Y, ¿qué sé yo de tu dolor?
—¡Hablaste conmigo y me ofreciste ayuda!
—¿Dónde?, ¿tú quién eres?
—En el cementerio…
Comprendí que la dueña de las frases de mi recuerdo era ella, la madre y, para confirmarlo, las repetimos al mismo tiempo:
—¡Este no es mi niño!, ¿dónde está su cuerpo? ¿Me lo cambiaron?
Contuve la respiración. «¿Cuántas veces he intentado escribir esa historia?», me pregunté… «y todos los intentos han sido fallidos».
Me sobrepuse al dolor del fracaso y pregunté:
—¿Y… cómo te puedo ayudar?
—Libérame de la esclavitud del dolor, es la única forma que tengo para reunirme de nuevo con mi pequeño hijo.
Guardé silencio —por primera vez en mi vida no fui pronta en comprometerme con un: ¡sí, te ayudo!— y como si creyera que lo que estaba sucediendo era un sueño, centré mis ojos en el espectro: por la postura que asumía noté que estaba vencida, agobiada; su rostro era escalofriante, —La palabra mueca nunca me ha gustado—, y en su rostro, la mueca era la huella que le dejaba el dolor.
Por un instante pude ver sus ojos, pero se fueron anegando entre las lágrimas, hasta que sólo quedó en cada cuenca un vaho gélido. Observé su nariz chata, roja y después de un segundo vi cómo era absorbida por un suspiro avasallador. Al centrar mi atención en su boca, sentí compasión cuando vi el gran esfuerzo que hizo, para acompañar con una sonrisa la frase de: «te quiero hijo». No la pudo terminar, la voz se le entrecortó y entre lamentos volvió a decir:
—¡Éste no es mi niño!, ¿dónde está su cuerpo?
Atónita, vi como los dientes se le agolparon y cayeron en cascada, mientras que la lengua se transformaba en un látigo, que por donde pasaba dejaba ver un abismo.
Me sentí sobrecogida con esa visión y recordando la petición que me había hecho le pregunté:
—¿Cómo puedo ayudarte?
—Escribe mi historia.
—¡Contar tu historia! —exclamé— No es así de fácil.
Y le expliqué los muchos intentos que había hecho: utilicé un narrador en primera persona, luego ensayé con uno omnisciente, también la escribí desde la visión focalizada del desprevenido observador, desde el lugar de la madre, desde la perspectiva del niño…
Con un deje de desánimo le aclaré que todos los intentos terminaban en un archivo olvidado.
—Sólo cuenta lo que viste ese día, lo otro, lo que falta, yo te lo dictaré.
Cogí el cuaderno de notas y esto fue lo que escribí:
Corría el año 2000, mi hija Ana María me pidió que fuera con ella y su amiga Deisy al cementerio de Envigado, para acompañarla en el ritual de la sacada de los restos de su madre.
Estábamos esperando a sus familiares, cuando el llanto desgarrador de una mujer llegó hasta nuestros oídos. Giramos en busca del lugar de donde provenía y, guiadas por los sonidos del dolor, caminamos hasta llegar al lugar.
Sin recato, nos acercamos al corrillo y vimos hincada en el suelo, cerca de un pequeño ataúd, a una madre que sostenía un cráneo que aún llevaba la gorra del Atlético Nacional, y mientras lo mecía entre sus manos, miró a su esposo y le dijo:
—¡Este no es mi niño! ¡Mirá! ¡Así de acabadito no lo enterramos!, ¿dónde está su cuerpo?
Los presentes, que no llegábamos a siete, nos estremecimos y, sin poder contener el llanto, posamos nuestras manos sobre los hombros de la madre, como si con ese gesto quisiéramos infundirle valor.
Solo el sepulturero tuvo la fuerza para tomar el cráneo y dar cumplimiento al ritual de exhumación.
Nos alejamos y esperamos a que llegaran todos los familiares de Deisy, que como una benevolencia del destino, aceptaron la propuesta del sepulturero de aplazar la sacada de restos para dentro de ocho días.
Salimos devastadas.
En la puerta del Campo Santo estaba la desconsolada madre del niño. Llevada por mi impulso maternal me acerqué, la abracé y le dije:
—Comparto su dolor, si me necesita, no dude en llamarme, y le entregué mi tarjeta.
Dejé la pluma sobre el cuaderno, hasta ahí llegaba mi historia.
El espectro, al ver que yo había terminado, me dictó lo siguiente:
«Luego de ese día, la madre se hundió en el dolor. Pronto dejó de comer. Se fue su deseo de vivir y abrazó La Muerte. Pensó que ella todo lo sanaría y que, al morir, se reuniría con su hijo en el lugar donde todos están completos, sanos y bellos. Pero no fue así. Ahora revive una y otra vez la muerte y el reencuentro desolador de la exhumación de su pequeño. Y la fe de estar de nuevo con el hijo completo se aleja cada vez más».
Y luego agregó:
—En el abismo en el que me hundo, la veo a usted en las noches cuando escribe; usted es como una lucecilla que brilla en medio de la nada. Yo he estado presente en cada uno de sus intentos por escribir esta historia. Por años he intentado comunicarme para dictarle el final, pero usted se bloqueó por estar obsesionada con la forma.
Ahora que por fin usted me escuchó y logró escribir la historia, sé que pronto se dará el reencuentro.
Extrañada, le pregunté por qué tenía esa certeza y, con voz serena, dijo:
—Porque cada vez que alguien lea mi historia, disminuirá el dolor, y mientras más la lean, más se aliviará y cuando por fin la historia esté en el recuerdo de muchos, yo estaré libre de él y podré reunirme con mi hijo.
Sonreí, me sentí sobrecogida. Ella también sonrió y me dijo:
—¿Puedo pedirte un último favor?
—¿Cuál sería?
—Escucha a los que vienen detrás de mí y no dejes de escribir.
* * *
El presente cuento hace parte del libro de antología «Eso es puro cuento», publicado por Editorial Libros para Pensar, en 2021. www.librosparapensar.com También puede conseguirlo con la autora escribiendo a su correo: unicrea@gmail.com
Fue además publicado en la edicion 94 de la revista Cronopio
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* Sonia Emilce García Sánchez nació en Envigado-Antioquia. Es Licenciada en Educación Especial egresada de la U de A. Actualmente está vinculada con Secretaría de Educación de Medellín en el programa Todos a aprender (PTA) en la I.E. Reino de Bélgica. Ha participado en talleres con el profesor y escritor Luis Fernando Macías Z, director del taller de la Cooperativa Médica de Antioquia COMEDAL y del profesor y escritor Memo Ánjel de la UPB. Ha publicado los libros:«Corazón valiente» cuento infantil para colorear (2018) Universidad CES; «Un regalo inusual» (2016) y «El zoocielo» (2014) con ilustraciones suyas. También ha publicado en antologías de cuento con historias de su personaje Maú, una niña con síndrome de Down, en la colección Palabras Rodantes de Comfama y el Metro de Medellín 2014, Universidad de Antioquia y Asmedas. Asimismo, ha publicado en la revista virtual Gotas de Tinta (revista digital) N° 15 (El lápiz labial de mamá) N°17 (Maú tiene gripa) N°22 (Un regalo del cielo) y N°31 (Menos de un minuto) .
miércoles, 24 de agosto de 2022
Decir o mostrar, en literatura
DECIR O MOSTRAR, EN LITERATURA
Texto 1.Un hombre estaba muy angustiado porque un asesino intentaba entrar por la ventana, y tomó el teléfono pidiendo ayuda urgente a la policía
Texto 2—¿Aló? ¿policía? ¡Por favor manden ayuda! Un hombre está forzando la ventana. Vengan pronto. ¡Me van a matar!
¿Estas dejando que el lector las imagine, a partir de tus personajes? ¿o tu narrador actúa como el intérprete de lo que sucede en la historia? ¿Dejas que el lector se meta en el cuento, o prefieres que él lo conozca a través de tu voz?
Posiblemente encontrarás que cada situación tiene una mejor forma de contarlo. No puedo decirte cual es la mejor. Por eso te propongo un reto. Cada que escribas una historia, piensa en cómo te gustaría que te la contaran. No escribas pensando en la historia que quieres contar, sino pensando en la historia que te gustaría que te contaran a ti.
Con un poco de practica lograrás textos grandiosos.