miércoles, 3 de enero de 2024

Frankestein o el moderno Prometeo

Transcribo un texto muy interesante que encontré en Facebook, del cual desconozco su autor. Se  conceden los respectivos créditos.

Frankenstein o el moderno Prometeo

El término ‘Ciencia ficción’ fue acuñado en 1924 por el escritor Hugo Gernsback (Los Hugo Awards, se llaman así en su honor). Antes de ello se las solía encasillar en ‘Narrativa especulativa’ o confundirlas con novelas fantásticas. El género en sí es atemporal e imaginario, un abanico tan grande como difusos son sus límites. El hecho que su narrativa deba tener un sustento científico, aunque sea especulativo, no ayuda a acotar los textos que se puedan considerar pertenecientes al género.
Utopía de Tomás Moro en 1516 y Somnium de Johannes Kepler en 1634, son los primeros embriones del género. Otros autores que coquetearon con la ciencia ficción fueron Cyrano de Bergerac, Daniel Jost de Villeneuve, Louis-Sébastien Mercier, el Barón de Münchhausen y Luciano de Samosata. Pese a estos adelantados, hay una coincidencia tácita en reconocer que la Ciencia ficción nació de la mano de Mary Shelley el 17 de junio de 1816.

Mary Wollstonecraft Godwin, una joven londinense cuya madre murió durante su nacimiento, fue criada de manera liberal por su padre, el filósofo y novelista William Godwin, ambos hechos marcarían su carrera literaria. Su relación con Percy Bysshe Shelley fue conflictiva a título personal pero literariamente inspiradora. Percy, al tiempo que era su pareja, mantenía relaciones con su ex esposa y coqueteaba abiertamente con Claire, hermana de Mary. Percy incluía a Mary en toda reunión a la que fuera invitado ‘era un lujo ser acompañado por una joven e inteligente mujer’.

En el comienzo del siglo XIX se vivía el despertar de la revolución industrial, la sociedad erudita debatía las consecuencias morales y científicas de los severos cambios que se avecinaban. En 1814. Mary conoció al joven científico Andrew Crosse, quien aseguraba que con electricidad podía dar vida a objetos inertes y devolverla a humanos fallecidos. Era tal el misterio que envolvía a la electricidad que todo era posible. Se acercaban una sucesión de eventos en la vida de Mary, que sembrarían el gen de su maravillosa obra.

Estando en Suiza, visitó el castillo de Frenkenstein, donde conoció a Johann Conrad Dippel, quien le comentó sobre sus experimentos con cuerpos humanos. Otro hecho importante en la vida de Mary, fue la pérdida de un embarazo a principios de 1816. En esos años era muy común que las mujeres murieran en el parto, o el nacimiento de fetos muertos, transformando el nacimiento de un hijo en un hecho tortuoso y atemorizante. Con todos estos hechos en su mente, Mary y Percy fueron invitados por Lord Byron a pasar unos días en la mansión Villa Diodati, a orillas del lago Lemán en Suiza. En realidad, Byron quería encontrarse con Claire, la hermana de Mary, pero decidió mantener las formas.

El verano de 1816 fue atípico en el hemisferio norte, tan atípico que no hubo verano. Todo el año se vio empañado por un invierno volcánico provocado por la erupción del monte Tambura en Indonesia. Sin poder disfrutar del sol ni el lago, los días de Mary, Percy y Claire en la estancia de la Villa Diodati se fueron tornando tediosos y monótonos. Once días después, se sumaron Lord Byron y su amigo médico, John Polidori.

La noche del 17 de junio, los cinco habitantes se entretuvieron leyendo Fantasmagoriana, una antología de cuentos de terror. Byron interrumpió la monótona velada con una idea: que cada uno escribiera su propia historia de terror y luego la compartieran. El poeta inglés no estaba interesado en lo que pudieran escribir alguna de las jóvenes o el médico sin talento literario. Buscaba lucirse o competir con Percy, pero lo que ocurrió esa noche fue una sorpresa para todos.
Cumplido el plazo los resultados fueron impensados, Byron, Claire y Percy no completaron el pedido, es más, apenas pasaron la primera página. Los dos relatos terminados eran los de Polidori y Mary. El texto del médico hablaba de unos seres similares a los Vampiros, primera referencia literaria que se tenga sobre ese tema. Fue el relato de Mary el que sorprendió a todos, sin nombre aún, había nacido Frankenstein. Los tres amigos coincidieron e insistieron en que el relato debía ser ampliado y publicado.

La novela de terror gótico explora los misterios de la creación, evoca el mito clásico del Titán que crea un hombre de arcilla. A diferencia del mito, no es Dios quien castiga al falso creador, sino su propia criatura. Está presente el miedo a las consecuencias de las nuevas tecnologías y los límites morales de quienes las manejan. El libro Frankenstein o el moderno Prometeo salió a la venta en Londres el 1 de enero de 1818.

En 1831 salió una nueva edición corregida y ampliada en la que participó su esposo Percy. Muchos años después, en la biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, se encontró el manuscrito original de 1817, mucho más descarnado y oscuro que la versión definitiva, lo que permitió reediciones que mostraron esa fantasía científica tal cual la pensaba Mary Shelley.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

El libro. Cuento de Navidad. Elvirita Hoyos Campillo

Un conmovedor cuento navidad de la escritora cartagenera Elvirita Hoyos Campillo. 


El Libro


Al atardecer, víspera de navidad, Ofelia disponía la preparación para hacer un buen masato de maíz como lo hacía su mamá. Allá lejos en el campo, desde donde las montañas se ven azules.

—Mamá, ¿las montañas son azules?

—No, le respondió su madre, sonriente.

Ofelia tenía cinco años entonces, y hacia muchas preguntas. Había que tener paciencia; a esa edad los niños preguntan muchas cosas, saltando de una cuestión a otra muy distinta. Mejor era seguirle el juego, sin mayores explicaciones.

— ¿Qué haces? Preguntó Ofelia, mirando los ingredientes dispersos, sobre la mesa.

—Preparo un Masato.

— ¿Me dejas que te ayude?

—Sí, claro, alcánzame esa panela.

— ¿Dónde aprendiste a hacerlo?

—Me lo enseñó tu abuela cuando yo tenía tu edad.

—Y ¿cómo se hace…?

—Siéntate allí y mira, el secreto está en la preparación.

Ofelia se sentó en un taburete a mirar atentamente, cómo su madre, preparaba el masato. Y siguió durante años, atenta a la elaboración. A los cinco años, no la dejaron acercarse a la estufa, pero en la medida de que fue creciendo, le permitieron recoger la panela, los clavos, las hojas de naranjo y hasta rociar el polvo de canela, en los vasos servidos. A sus trece años, Ofelia era ya experta en preparar masatos. Para ese momento, sabía también, que las montañas eran verdes, pero que se veían azules porque estaban lejos.

Ahora, sentada en la mecedora, desde la terraza de su casa, Ofelia observa un paisaje llano. No había montañas donde la trajo a vivir su marido: “el extinto Juan”, como se acostumbró a nombrarlo desde su muerte, cada vez que se refería a él.

—Pero mamá, ¿por qué tienes que decir siempre “extinto” cuando hablas de papá? todos sabemos que él murió hace años, llámalo solamente por su nombre: Juan, y ya está -le dijo su hija Felita, que también se llamaba Ofelia.

—Es para acostumbrarme de que está muerto.

Y así le fueron cayendo las calendas a Ofelia. Sus hijos crecieron y como es natural se casaron y emanciparon. Aunque siempre la llenaron de amor. Pero, no pudo enseñarles la receta del Masato a sus nietos, como hubiese querido porque a ninguno le interesó aprenderla; enfrascados como estaban, jugando con el aparatico ese que los mantenía hipnotizados, mientras ella y su hija cocinaban el almuerzo dominguero, y su yerno bebía unas cuantas cervezas frente al televisor.

Desde la terraza que da al jardín, sentada en su mecedora, Ofelia se dio cuenta que del árbol cayeron varios mangos a la tierra. Llamó a la muchacha para que los recogiera y le dejara, además, una jarra de jugo en la nevera y, como eran muchos, también le dijo que se llevara varios a su casa para que les diera a sus hijos.

—Es una fruta buena para los niños que están en crecimiento, dijo.

La muchacha se despidió con un “hasta pasado mañana”, deseándole una feliz Navidad; eran ya las tres de la tarde. Ofelia, se quedó sola y abrió el libro que tenía entre sus manos. Se lo había traído el niño Dios, un veinticuatro de diciembre, cuando ella tenía doce años. Era un libro con páginas en blanco, en cuya carátula se leía con letras doradas “Mi diario” Su padre le había explicado en aquel momento, que esas páginas en blanco eran para que ella escribiera en él, lo que quisiera.

— ¿Cómo qué? Le preguntó.

—Muchas cosas: Lo que te sucede. Lo que piensas. Lo que quieres. El nombre de tus amigos. Los paseos. Los días felices. Lo que te asombra. También te sirve para escribir cuentos, relatos, anécdotas. Para cuando seas mayor se lo leas a tus hijos.

Pero ella, empezó por escribir las recetas de cocina, de esos deliciosos platos que hacia su madre. Alguno de los cuales, le había dicho, se lo enseñó su abuela. Cuando se enamoró de Juan, escribió algunos versos de una o dos estrofas. Cuando nacieron sus hijos agregó fecha y hora del nacimiento de cada uno. Dolorosamente, páginas adelante, anotó las fechas de defunción de su padre y después la de su madre. Años más tarde, agregó la de Juan… Juan murió antes de tiempo, en condiciones normales, joven aún. Fue un paro Súbito. Tenía sesenta años. Su muerte fue una sorpresa para todos. Ella tenía entonces, cincuenta y cinco años y sabía que la muerte significaba no volverlo a ver. Pero católica como era desde que nació, también sabía que él vivía en el mundo de los muertos. Quizá, no a la diestra del Padre, pues algún pecadillo inconfeso debió tener. Fue tan sorpresiva su muerte, incluso para él, que no alcanzó a confesarse, como sí se confesaron sus padres que murieron de viejos. Y tampoco alcanzó a contarle a ella “sus secretillos” como le dijo su madre, que le había contado su esposo en los tiempos del buen retiro, cuando la serenidad había hecho su imperio.

—Sabes mijita que siempre te he amado. Pero yo tuve mis flirteos… le dijo su madre que le había confesado su padre una de esas tardes en que el palo cargado de tamarindos, florecía… 

Después de lo que le dijera su madre, Ofelia, resolvió escribir en su “diario”: oraciones. Primero, para que el extinto Juan, no cayera en tentaciones. Más tarde, para que los peligros que acechan a los jóvenes por todos lados no tocaran a sus hijos. Luego por la paz de sus muertos queridos. Incluyendo, los nombres de los amigos que se habían marchado, y, con el simple paso del tiempo, fue adicionando fotos ya desvanecidas, entre sus páginas.

Se acostumbró a rezar todas las tardes en el silencio de su habitación. Y una buena noche, después de un día felizmente festejado, agregó una frase al sinfín de oraciones… Y por el mundo entero…  para que no se quedara por fuera nadie, debido a los olvidos involuntarios, o quizá porque sintió que la vida se le escapaba acelerada sin que ella se enterase, incluso, de las muchas otras cosas que ocurrían en derredor. Ese fue en el mismo día que ella cumplía sus ochenta años.

Sus hijos, nueras, yernos, y nietos y más gentes, le dieron la sorpresa de un festejononon, con que la sorprendieron: abundancia de comida, banda de música, bailes, licores, muchos besos y abrazos, fotos y más fotos. Ella, que nunca había tomado un trago en vida de su extinto Juan, se vio inducida a tomarse un par de copitas nada más. Ella, que no bailaba desde que su extinto Juan transitó al seno de Dios; se vio incitada a bailar un par de piezas, descubriendo que los pasos que se aprenden de joven, no se olvidan, al menos fácilmente… Ella, que había prolongado su luto hasta hoy en que sin ambages, lo dejó para siempre, cuando su nieto mayor le dijo,

—Abu, tu ¿por qué siempre vistes con esa ropa triste?

—Si mamá, Juanito tiene razón. Mañana mismo vengo por ti para ir de compras.

—Pero hija...

En la noche del festejononon, en que, para complacerlos a todos, Ofelia comió a deshoras, bebió comedidamente y bailó con el denuedo de una joven quinceañera, se retiró a su habitación disimuladamente, dejando la parranda viva en la sala y jardines de su casa. Esa noche, rezó en voz alta por primera vez, deseaba ser escuchada por Dios; interrumpiendo el orden de sus oraciones, con el recuerdo vivo de sus seres amados. Así surgió su nueva frase por el miedo a olvidarse de alguno…:” y por el mundo entero…”

Quizá la había inspirado los parranderos desjuiciados, que bebían y bailaban esa música estruendosa en la sala de su casa. Parecían no cansarse. De ese día en adelante, Ofelia empezó a hablar sola y siempre en voz alta. Mientras tanto las calendas seguían arribando. Así que cuando el sol declinaba en el horizonte, aquélla tarde de la nochebuena, tomó una decisión que repaso una y otra vez en detalle:

— Pondré en el moyo el maíz, para preparar un buen masato el día que regrese la muchacha, y luego me voy a la plaza a ver el pesebre, ya que esta noche nace el niño Dios.

Puesto el maíz a fermentar en el moyo, se fue a la plaza. El pesebre era hermoso, tanto, que debió costarle un dineral a la parroquia, con tanta vaquita, caballitos, ovejitas, venaditos de plástico y hasta gallinitas, todo importado; una laguna artificial con patos de hule, que los niños podían coger y apretarlas, entonces, emitían el grito sordo de un sonido; con pececillos vivos de todos los colores, más allá, un pueblito de cartón pintado de blanco y rodeado de palmeras sembradas en macetas, al que se allegaba por un sendero dispuesto con aserrín terracota, que bordeaba una planicie de prados verdes con flores finamente elaboradas en papel maché. En un alto estaba la cueva, hecha con piedras reales pegadas con cemento gris. La cueva era lo suficientemente grande y hueca para albergar a José y a María; en medio de ellos, se hallaba la cuna aún vacía. Por el sendero se aproximaban, guardadas las distancias, los tres reyes de oriente: Gaspar, Baltasar y Melchor con sus ofrendas de oro, incienso, mirra.


El clima era cálido. Buscó una banca frente al pesebre, para sentarse y desde allí, admirar la belleza del conjunto con sus luces titilantes. Era realmente maravilloso. En el trascurrir de su niñez no existían esas luces. La magia del pesebre radicaba entonces, no en el misterio de la natividad, sino, en los regalos que el niño Jesús colocaba a medianoche junto al pesebre casero, para cada niño que se hubiese portado bien durante el año. Pero, el invento de las luces, que ahora la trasportaba a su infancia, representaban las estrellas, incrustadas como brillantes sobre un cielo de satén en azul degradado, y la Gran estrella de Belén con cinco puntas, que orientó a los magos venidos de remotas tierras, fulguraba desde el cielo, con una estela de luces que caían en cascada sobre la cueva. Sí… todo era hermoso. Abrió su Diario. Leyó primero la Salve, después el Magníficat y siguió con padres nuestros y una retahíla de avemarías, intercalando las oraciones como era su costumbre, con los nombres conocidos de aquellos que la habían precedido. Finalizando con el Gloria para volver a empezar y sin olvidar nunca la nueva frase… y por el mundo entero… Meditó el tercer misterio del rosario, con las imágenes bíblicas de lo que aconteció en los tiempos en que Jesús vivió; formando una mezcla comprensible, de oraciones e imágenes, con los recuerdos de su propia maternidad y emigración de la casa de sus padres, cuando se vino a vivir a tierra llana con su extinto Juan; mientras, los niños cantaban en coro, villancicos, y los más pequeños, corrían arrebatados, de un lado a otro del pesebre. Así, con una devoción combinada de recuerdos… sobrevino la noche. Las voces silenciaron. La gente marchó a sus casas. El lugar quedó sólo…

Ofelia, abstraída en la magia de sus meditaciones, esperó la hora del nacimiento, en que vio un brillo intenso en la cuna. ¡Había nacido ya, el niño Jesús! El frio del alba fue calando lentamente en sus huesos, entonces, vio un ángel con altas alas blancas en su espalda, que estiró su mano hasta tocar la suya. Ofelia, sintió una dulzura de bondades infinitas que alegraron su alma.

En la madrugada, el sereno la encontró dormida en la banca, con el rosario aferrado en su mano. Se acercó y le tocó el hombro delicadamente para despertarla, ella no respondió. De su falda se deslizo un libro al suelo, era su diario. El hombre lo recogió para hojearlo; en el instante en que las campanas alzaron vuelo, con un repique, llamando al Ángelus. Las páginas del libro se desplegaban en blanco, solo en la última, se hallaba impresa en letras doradas: FIN.




miércoles, 6 de diciembre de 2023

¿Será que aquí espantan? Johan Ruiz

A continuación, un magnífico cuento que fue finalista en el concurso Medellín en 100 palabras  en su version 2023. Su autor, el escritor Johán Ruiz, es miembro del Taller de Historias.  


¿Será que aquí espantan?

Johan Ruiz


Los miércoles eran sus días favoritos. La visita nocturna en el cementerio San Pedro le causaba tanta alegría que se alistaba desde las cuatro.

Ese día coincidió con unos estudiantes. Recorrieron los pasillos observando las tumbas en un brebaje emocional de morbo, terror y fascinación. Se burlaron de muchos epitafios, decoraciones y fotos. Sintió ansiedad cuando el grupo se acercaba a su tumba favorita, pero se sorprendió al ver que se conmovieron con ella.

Al terminar el recorrido se despidió con alegría de aquellos jóvenes, no pudo escuchar si respondieron mientras corrían despavoridos.


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Johán Ruiz


Ingeniero de sistemas, nacido en Medellín, Colombia, con 37 años de vida y un MBA. Tiene 16 años de experiencia en la industria del desarrollo de software. Sus textos son el resultado de un amor compartido por la lectura y la escritura, especialmente inclinado hacia el terror cotidiano.

El escritor es participante del Taller Isotopias que dirige el profesor Gustavo Bedoya y del Taller de Historias, ambos adscritos a la Red de Escritura Creativa del Ministerio de Cultura. RELATA. 


miércoles, 22 de noviembre de 2023

Tesis sobre el cuento: Ricardo Piglia

 Tesis sobre el cuento

Los dos hilos: Análisis de las dos historias


Ricardo Piglia

I

En uno de sus cuadernos de notas, Chejov registró esta anécdota: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida”. La forma clásica del cuento está condensada en el núcleo de ese relato futuro y no escrito.

Contra lo previsible y convencional (jugar-perder-suicidarse), la intriga se plantea como una paradoja. La anécdota tiende a desvincular la historia del juego y la historia del suicidio. Esa escisión es clave para definir el carácter doble de la forma del cuento.

Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias.


II

El cuento clásico (Poe, Quiroga) narra en primer plano la historia 1 (el relato del juego) y construye en secreto la historia 2 (el relato del suicidio). El arte del cuentista consiste en saber cifrar la historia 2 en los intersticios de la historia 1. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.

El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.


III

Cada una de las dos historias se cuenta de un modo distinto. Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad. Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los elementos esenciales del cuento tienen doble función y son usados de manera distinta en cada una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción.


IV

En “La muerte y la brújula”, al comienzo del relato, un tendero se decide a publicar un libro. Ese libro está ahí porque es imprescindible en el armado de la historia secreta. ¿Cómo hacer para que un gángster como Red Scharlach esté al tanto de las complejas tradiciones judías y sea capaz de tenderle a Lönnrott una trampa mística y filosófica? El autor, Borges, le consigue ese libro para que se instruya. Al mismo tiempo utiliza la historia 1 para disimular esa función: el libro parece estar ahí por contigüidad con el asesinato de Yarmolinsky y responde a una casualidad irónica. “Uno de esos tenderos que han descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquier libro publicó una edición popular de la Historia de la secta de Hasidim.” Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra. El libro del tendero es un ejemplo (como el volumen de Las mil y una noches en “El Sur”, como la cicatriz en “La forma de la espada”) de la materia ambigua que hace funcionar la microscópica máquina narrativa de un cuento.


V

El cuento es un relato que encierra un relato secreto.

No se trata de un sentido oculto que dependa de la interpretación: el enigma no es otra cosa que una historia que se cuenta de un modo enigmático. La estrategia del relato está puesta al servicio de esa narración cifrada. ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra? Esa pregunta sintetiza los problemas técnicos del cuento.

Segunda tesis: la historia secreta es la clave de la forma del cuento.


VI

La versión moderna del cuento que viene de Chéjov, Katherine Mansfield, Sherwood Anderson, el Joyce de Dublineses, abandona el final sorpresivo y la estructura cerrada; trabaja la tensión entre las dos historias sin resolverla nunca. La historia secreta se cuenta de un modo cada vez más elusivo. El cuento clásico a lo Poe contaba una historia anunciando que había otra; el cuento moderno cuenta dos historias como si fueran una sola.

La teoría del iceberg de Hemingway es la primera síntesis de ese proceso de transformación: lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.


VII

“El gran río de los dos corazones“, uno de los relatos fundamentales de Hemingway, cifra hasta tal punto la historia 2 (los efectos de la guerra en Nick Adams), que el cuento parece la descripción trivial de una excursión de pesca. Hemingway pone toda su pericia en la narración hermética de la historia secreta. Usa con tal maestría el arte de la elipsis que logra que se note la ausencia de otro relato.

¿Qué hubiera hecho Hemingway con la anécdota de Chejov? Narrar con detalles precisos la partida y el ambiente donde se desarrolla el juego, y la técnica que usa el jugador para apostar, y el tipo de bebida que toma. No decir nunca que ese hombre se va a suicidar, pero escribir el cuento como si el lector ya lo supiera.


VIII

Kafka cuenta con claridad y sencillez la historia secreta y narra sigilosamente la historia visible hasta convertirla en algo enigmático y oscuro. Esa inversión funda lo “kafkiano”.

La historia del suicidio en la anécdota de Chejov sería narrada por Kafka en primer plano y con toda naturalidad. Lo terrible estaría centrado en la partida, narrada de un modo elíptico y amenazador.


IX

Para Borges, la historia 1 es un género y la historia 2 es siempre la misma. Para atenuar o disimular la monotonía de esta historia secreta, Borges recurre a las variantes narrativas que le ofrecen los géneros. Todos los cuentos de Borges están construidos con ese procedimiento.

La historia visible, el cuento, en la anécdota de Chejov, sería contada por Borges según los estereotipos (levemente parodiados) de una tradición o de un género. Una partida de taba entre gauchos perseguidos (digamos) en los fondos de un almacén, en la llanura entrerriana, contada por un viejo soldado de la caballería de Urquiza, amigo de Hilario Ascasubi. El relato del suicidio sería una historia construida con la duplicidad y la condensación de la vida de un hombre en una escena o acto único que define su destino.


X

La variante fundamental que introdujo Borges en la historia del cuento consistió en hacer de la construcción cifrada de la historia 2 el tema del relato. Borges narra las maniobras de alguien que construye perversamente una trama secreta con los materiales de una historia visible. En “La muerte y la brújula”, la historia 2 es una construcción deliberada de Scharlach. Lo mismo ocurre con Azevedo Bandeira en “El muerto”, con Nolam en “Tema del traidor y del héroe”.

Borges (como Poe, como Kafka) sabía transformar en anécdota los problemas de la forma de narrar.


XI

El cuento se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto. Reproduce la búsqueda siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. “La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato”, decía Rimbaud.

Esa iluminación profana se ha convertido en la forma del cuento.



miércoles, 8 de noviembre de 2023

La literatura graficada

La escritora Laura Arango nos comparte esta curiosa conferencia del escritor Kurt Vonnegut sobre personajes muy conocidos de la literatura universal y cómo sus historias se graficarían en un plano cartesiano. 

Para empezar, el maestro nos recomienda no empezar con una historia donde el personaje esté en su peor momento y nos muestra algunos ejemplos. A lo largo de su charla nos muestra diferentes formas de contar una historia.  Disfrútenla. 


Kurt Vonnegut Jr. (1922-2007) fue un escritor estadounidense, cuyas obras, generalmente adscritas al género de la ciencia ficción, participan también de la sátira y la comedia negra.​ Es autor de catorce novelas, entre las que destacan Las sirenas de Titán, Matadero cinco y El desayuno de los campeones. Tiene una biografía interesante en la cual se menciona su participación como soldado en la segunda guerra mundial, su condición de prisionero y su experiencia durante el bombardeo de Dresden. En broma solía decir que sus conciudadanos lo consideraban un espía o un traidor debido a su apellido poco norteamericano. 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Estrategia. Cuento de Elvirita Hoyos

Esta semana agradecemos a la escritora cartagenera Elvirita Hoyos el compartirnos uno de sus cuentos





ESTRATEGIA

C. Elvirita Hoyos C.
Cartagena de Indias. Colombia.


La prensa virtual, que leo solamente las mañanas de los sábados, anunciaba con grandes titulares que a mediados de agosto se vería la lluvia de estrellas más espectacular del verano, lo cual sería un acontecimiento digno de verse, pues este evento, se repetiría en el año 2126. Para ello, bastaba con ir a un lugar muy oscuro del planeta, sin contaminación lumínica. Yo tenía 27 años y aunque tuviera menos, no alcanzaría a existir para esa fecha próxima, pues apenas corría el 2016. Vivía en una ciudad populosa, extensa y muy iluminada así que debía buscar “ese” lugar de cielos oscuros y descontaminado.

Confieso que la idea, no me interesó en un primer momento, pero mientras me rasuraba la barba cobriza frente al espejo, recordé a Stefani. A ella le gustaba todo lo que tuviera que ver con el espacio galáctico, sin concernir si era ficción o no, sentía que la vitalizaba de una manera especial como si la acercara a Dios con letras mayúsculas. Yo no me ocupaba de esas cosas que a ella le quitaban el sueño, por lo que no alcanzaba sus niveles de comprensión, ¿Qué me importaba a mí, lo que ocurriera allá fuera? Me sentía seguro y cómodo en mi planeta, y con los pies totalmente en tierra. Pero estaba enamorado y ella me rechazaba porque si o porque no; unas veces, me decía: incrédulo, otras, ateo, concluyendo que no había ninguna afinidad entre nosotros. Por lo tanto, no y no. Y ese “no de Stefani, me volvía loco… de amor por ella…

Además, la idea de estar juntos en un lugar oscuro empezó a obsesionarme. Me fui a una agencia de viajes, a buscar cuál sería el mejor destino para esta ocasión y después de analizar varias posibilidades, elegí a Cartagena, una ciudad mágica a orillas del mar Caribe, lo cual significaba amplitud de horizontes con cielos despejados, desde allí, podíamos ver claramente ese fenómeno: la ciudad, comparada con la nuestra, era pequeña, tendría poca iluminación artificial. Y lo mejor es, que la rodeaba una cadena de islas, llamadas del Rosario, con hoteles ecológicos, alejados del perímetro urbano. Era el sitio ideal, para descubrir nuestra pasión, porque de algo estaba seguro y es que yo le atraía a Stefani.

En la tarde la llamé, para vernos por algo urgente y misterioso que quería contarle. En el camino a su casa, se me ocurrió trasformar un poco la información que había leído esa mañana. Hacerla interesante, ayudándome de gestos serios, preocupados, con actitudes lentas, silenciosas. Después de un breve momento, me dijo:

−Cuéntame qué te pasa.

Yo respiré profundo y luego expelí todo el aire contenido con indicios de verdadera preocupación.

− ¿Crees en los sueños? Dije.

−Sí, claro. ¿Qué soñaste?

−Anoche, le conté, mientras dormía tuve un sueño tan nítido que parecía real. Vi un ser indefinible, que me señalaba el firmamento. Entonces yo miré, y vi fuego blanco que venía del cielo. Como si fueran bolas pequeñas que dejaban una estela de luz blanquecina que caían a la tierra.

−Y ¿qué crees que sea eso?

−No lo sé, pero tengo miedo. Mírame tengo los pelos de punta. También tengo ojeras.

− ¿Ojeras? Pues yo no te las veo.

−No las ves, pero yo si me las siento. También siento un calor abrasador y sed.

−Tendrás fiebre. A ver, déjame tocar tu frente.

−Estas normal. Te traeré agua.

−No agua no. Algo más fuerte, si tienes.

Y mientras ella alcanzaba las copas y botella, a dos metros de donde estaba yo; me levanté y senté tres veces del cómodo butaco, cuidando bien que se diera cuenta.

−Estas nervioso. ¿Hay algo más?

−Sí. Pero no quiero asustarte.

Para ese momento había visto su interés en mis palabras. Podría jurar que estaba asustada. Esperé unos segundos, con el vaso en las manos y volví hablar:

−El ser indefinido me dijo, que me esperaba allí… en ese lugar.

− ¿Conoces el lugar? ¿Cómo es? ¿Dónde queda?

−No. Parece una isla, había una larga extensión de playa. Todo era oscuro, muy oscuro.

− ¿No había luces de ciudad o de casas o algo parecido?

−No. Vi palmeras, playa y mar. Ahora recuerdo, si…alguien, alguien que no vi estaba a mi lado.

−O sea que no estabas solo…

−No.

−Un sueño bonito ¿no crees?

− ¿Bonito? ¡Es aterrador!

−No pienso como tú. Ves luces, estas acompañado y recibes un mensaje… ¡Debes ir!

− ¿Ir? ¿Yo? ¿Solo? Y… ¿adónde?

−Bueno, investiguemos en la web.

Y así fue como por su propia iniciativa investigamos en la web, durante tres horas. Empezó explicándome que el sueño era una cita cósmica, real, contundente y para mí. De pronto descubrió en la web, la noticia de la lluvia de estrellas, y me tradujo el sueño, explicándome que se trataba de polvo de meteoritos que ocurría cada cierto número de años. Que el ser indefinido, que había visto, era yo mismo de una vida anterior que había vuelto para recordarme que ya lo había visto cuando yo era él y ahora debía verlo de nuevo, porque era un espectáculo maravilloso. Que posiblemente me traería un regalo.

− ¿Un regalo? Pregunté extrañado…quizá un carro o la lotería…

−No seas materialista, replicó. Se trata de un regalo espiritual, divino.

−Pero si son meteoritos, ¡van a destruir la tierra!

−No. Aquí dice que estos meteoritos al pasar cerca del sol se convierten en partículas de polvo de estrellas debido al deshielo producido por el calor solar, y se desintegran al entrar a la atmósfera de la tierra por la velocidad que traen, y se ven luminosas porque se localizan en una zona radiante que da su nombre a la lluvia de estrellas. Las de agosto, próximas a caer o verse, se localiza en la constelación de Perseo. Que no había nada que temer.

Stefani estaba emocionada, y yo tenía vergüenza de mi mentira, sentía nauseas, mareo. Debía decirle que el sueño lo había inventado como estrategia de conquista. Pero, no me atreví, efectivamente la amaba y más ahora que la sabia frágil, ingenua, inocente. De pronto descubrí que también yo, quería creerme mi propia mentira. Al fin y al cabo, la había inventado yo, quizás fue una intuición o una decodificación que me fue comunicado por ese otro yo en sueños, para no asustarme debido a mi incredulidad.

Sudaba copiosamente, por la revelación que acababa de tener, al convencerme de mis propios pensamientos que nuevamente se vieron interrumpidos por Stefani:

−Sabes me dijo, algo me dice que la presencia que estaba a tu lado en el sueño era Yo.

Estupefacto, la miré asombrado.

− ¿Tú?

−Sí. Yo. Iré contigo. Buscaremos cual es esa Isla en la web, parece que está ubicada en el Caribe…

Apenas si podía contener mi alegría. Estuve a punto de decirle que ya la había encontrado en una agencia de viaje; pero mi intuición de varón me dijo: cálmate; déjala que sea ella quien la encuentre. Me senté silencioso a su lado frente al computador, maravillado del poder que ella ejercía sobre mí. Ella resolvería la complejidad enmarañada, mientras yo disfrutaba de mis recientes atributos espirituales, visualizando lo que ocurriría en ese lugar solitario y oscuro, do quiera que estuviese situado, sin más contaminación lumínica que el fuego interior de nuestros cuerpos.



miércoles, 25 de octubre de 2023

Dos poemas de Loise Glück

Esta semana compartimos dos poemas Louise Glück enviados por Osvaldo Lara.


EL DILEMA DE TELÉMACO

Nunca me decido
sobre qué poner
en la tumba de mis padres. Sé
lo que él quiere: él quiere
'amado', lo que ciertamente resulta
muy exacto, sobre todo
si contamos a todas esas
mujeres. Pero
eso dejaría a mi madre
en la intemperie. Ella me dice
que en realidad no le importa
lo más mínimo; ella prefiere
ser descrita
por sus logros. No tendría yo mucho
tacto si les recordara
que uno
no honra a sus muertos
perpetuando sus vanidades, sus
Proyecciones.

Mi propio criterio me recomienda
exactitud sin
palabrería; son
mis padres y, en consecuencia,
los visualizo juntos,
a veces me inclino por
'marido y mujer, a veces por
fuerzas contrarias'.



PUERTO DEPORTIVO

Mi corazón era un muro de piedra
que tú de todas formas traspasaste.
Mi corazón era un jardín isleño
a punto de ser pisoteado por ti.
Tú no querías mi corazón;
tú ibas de camino a mi cuerpo.
Nada de eso fue mi culpa.
Lo eras todo para mí,
no sólo belleza y dinero.
Cuando hacíamos el amor
el gato se iba a otro cuarto.
Entonces me olvidaste.
No en vano
las piedras
se estremecían alrededor del jardín enmurallado:
no hay nada allí ahora
excepto ese salvajismo que la gente llama naturaleza,
el caos que se hace con todo.

Me llevaste a un lugar
donde llegué a ver la maldad en mi carácter
y me dejaste ahí.
El gato abandonado
gimotea en el dormitorio vacío.


Louise Elisabeth Glück (Nueva York, 22 de abril de 1943-Cambridge, 13 de octubre de 2023)1​2​ fue una poeta estadounidense en lengua inglesa. Fue la duodécima poeta laureada (2003-2004) por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. En 2020 fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura.