miércoles, 7 de febrero de 2024

Entrevista a la escritora y artista Male Correa

Conocí a Male Correa hace algunos años, cuando fuimos invitados al municipio de Donmatias para un evento que se llamó "Derroche de cuentos". Ella acudía con el grupo del Taller Literario del profesor Luis Fernando Macías.  

Desde entonces quedé enamorado de su prosa y de su creatividad.  Posteriormente conocí varios de sus trabajos. (ver No es tan gallina porque adivina). 

Hace poco lanzó un bello libro "Dosconocidos" que trata de su reencuentro con su padre. Un bellísimo libro que recomiendo plenamente. (Editorial Otrabalsa)

A continuación comparto la entrevista de "la monita" (Pao Restrepo) a la artista. 


Les dejo el enlace para que conozcan tanto su obra plástica como sus textos Male Correa. 

miércoles, 31 de enero de 2024

Entrevista a Emperatriz Muñoz (escritora).

Emperatriz Muñoz Perez  es una de las mejores escritoras antioqueñas. 

Ha publicado las novelas La casa en el barrio (Editorial Universidad de Antioquia, 2013) y El asunto, y el libro de cuentos A Dios le dio Alzheimer y otros cuentos. Algunos de sus relatos han sido publicados en las revistas Generación de El Colombiano; Odradek, el Cuento; Puesto de Combate y Ficción, la Revista, y en los libros Trabajos de taller: Taller de creación literaria Universidad de Antioquia, Memorias del XII encuentro de poetas de la zona noroccidental de Medellín y Antología de cuentos: Talleres literarios 2010, Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa. Durante varios años perteneció al Taller de Creación Literaria de la Universidad de Antioquia. 

A continuación les compartimos la entrevista que le hizo Pao Restrepo ("la monita") a esta excelente escritora. 




miércoles, 24 de enero de 2024

Entrevista a Reinaldo Spitaletta

Reinaldo Spitaletta es un escritor antioqueño muy conocido en los medios de comunicacion. Periodista, columnista en varios periódicos de la ciudad, director del programa "Medellin Anverso y Reverso" de Radio Bolivariana.  Esun caminador incansable, amante de la historia y un excelente fotógrafo que comparte en sus redes sociales su visión de ciudad.   

A continuación compartimos una amena entrevista que le hizo Pao Restrepo "La monita" .  Espero la disfruten. 

miércoles, 17 de enero de 2024

Las bambalinas del escritor. Abelardo Castillo

 Las bambalinas del escritor

Por Abelardo Castillo

No hay escritor que en los días inmodestos de sus primeros versos no imagine la edición de sus obras completas, vasta colección en papel biblia que lo salvará de la muerte y el olvido. También  suele prever su biografía, poblada de mujeres, escándalos, críticos estúpidos y anécdotas wildeanas. Uno tiene veinte años y no lo desanima el hecho de que, para que sucedan estas cosas, deba todavía vivir, escribir, y sobre todo morirse. Cuando se llega a mi edad, ciertas fantasías empiezan a materializarse, pero resultan muy inferiores a su original platónico.

Un autor que ha publicado tres novelas, algunas obras de teatro, unos cincuenta cuentos, un  centenar de notas y pequeños ensayos, debería poder referirse a su oficio sin parecer apresurado  o megalómano, pero exactamente en este punto empieza mi problema: hoy tengo tan pocas certezas sobre la literatura como cuando era adolescente. No sé nada acerca de qué es, ni por qué se hace, ni cómo se hace un poema, una novela o una obra de teatro. Cuando quiero impresionarme a mí mismo, simulo poseer una teoría sobre el cuento. Es la misma que inventó Poe, que repitieron Quiroga y Maupassant, que puso en práctica Chéjov. Una especie de decálogo personal, que puede enunciarse así:

– Si usted imagina que doscientas páginas son un trabajo literario más serio que diez, nunca escribirá un buen cuento, ni siquiera uno malo, quizá tampoco una novela.

– Si empieza a escribir sin saber adónde va, tal vez tenga suerte y consiga vender eso como literatura de vanguardia; si sabe adónde va, el día menos pensado escribirá un cuento.

– Si ve que un señor se cae en la calle y se pregunta qué hará cuando se levante, puede que usted sea novelista o incluso filósofo; un cuentista sólo piensa: ¿por qué se cayó?

– Si cree que el célebre texto de Monterroso sobre el dinosaurio es un cuento, usted debe leer la crítica a Nathaniel Hawthorne, de Poe, o, en su defecto, la Filosofía de la composición, en lo referido a la brevedad indebida; y si en vez de dinosaurio su memoria se empecina en leer:  “Cuando se despertó, el unicornio todavía estaba allí”, usted habrá mejorado mucho la imagen de  Monterroso y, aunque nunca escriba un cuento, tal vez tenga condiciones para el haikú.

– Si tiene tendencia a escribir cristal, en vez de vidrio; rostro, en vez de cara; ascender, en vez de subir; o utiliza ex presiones como ¡bingo!, pantaletas, carrusel, dése una vueltita por el mundo real.

– Una palabra innecesaria puede estropear un buen cuento; una página innecesaria estropea a un buen lector.

– Si un cuento ajeno le gusta mucho, escríbalo otra vez usted mismo: existen ejemplos ilustres.

Si, por último, ha reparado en que el anterior decálogo sólo tiene ocho o nueve preceptos, dedíquese con entusiasmo a la crítica literaria.


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Ser escritor recoge escritos breves del argentino Abelardo Castillo (1935-2017), dramaturgo, cuentista notable, formador de escritores en talleres literarios. El libro, editado por Seix Barral,  incluye perfiles de escritores, consejos, memoria sobre el oficio, anécdotas, críticas.

miércoles, 10 de enero de 2024

Microrelato. Definición y ejemplos.

 Un microrrelato (también, microcuento) es un texto breve en prosa, de naturaleza narrativa y ficcional que, usando un lenguaje preciso y conciso, se sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente a un lector activo.​ 

Los términos microcuento, cuento brevísimomicrorrelato minicuento son las denominaciones dadas para un conjunto de obras diversas cuya principal característica es la brevedad de su contenido.​ 

Se carateriza por: 

  • Extensión breve
  • Por lo general no describe lugares, personajes.
  • Se fundamentan en hechos o acciones (o consecuencias)
  • Tienen un marcado uso de figuras literarias. 
  • Se apoyan en la intertextualidad (lo que no se dice pero el lector conoce)
  • Tienen un desenlace sorpresivo y semi oculto (no directo)
  • Implican la participación del lector. 
  • El título, en ocasiones, hace parte de la  historia.  


Miremos algunas definiciones:  


"... un tipo de relato extremadamente breve. Se diferencia del cuento en que carece de acción, de personajes delineados y, en consecuencia, de momento culminante de tensión (...) No se ajusta a las formas breves de la narración tradicional como la leyenda, el ejemplo, la anécdota. 

Como juego ingenioso de lenguaje, se aproxima al aforismo, al epigrama y a la greguería. Posee el tono del monólogo interior, de la reveladora anotación de diario, de la voz introspectiva que se pierde en el vacío y que, al mismo tiempo, parece querer reclamar la permanencia de la fábula, la alegoría, el apólogo. El desenlace de este relato es generalmente una frase ambivalente o paradójica, que produce una revelación momentánea de esencias.

Por este motivo, pudiera decirse que participa del lirismo del poema en prosa, pero carece de su vaguedad ensoñadora. Se acerca más bien a la circularidad y autosuficiencia del soneto. Porque trata de esencias, participa también de la naturaleza del ensayo. Se distingue de éste, sin embargo, porque algún detalle narrativo lo descubre como ficción".

Dolores Koch,(1986)

 

“un texto narrativo con sentido completo, en el que se cuentan una o más acciones, en un espacio no mayor de veinticinco renglones, contentivo cada renglón de no más de sesenta caracteres, esto es, una cuartilla”.       

Armando José Sequera (1990) 


"... su mínima pero difícil composición, que exige inventiva, ingenio, impecable oficio prosístico y, esencialmente, impostergable concentración e inflexible economía verbal, como señala José de la Colina,  para los que él llama `cuentos rápidos'. La minificción no puede ser poema en prosa, viñeta, estampa, anécdota, ocurrencia o chiste. Tiene que ser ni más ni menos eso: minificción. Y en ella lo que vale o funciona es el incidente a contar. El personaje, repetidamente notorio, es aditamento sujeto la historia, o su pretexto. Aquí la acción es la que debe imperar sobre lo demás". 

Edmundo Valadés (1990) 



A continuación replicamos algunos ejemplos de microcuento.  

TABU
El ángel de la guarda le susurra a Fabián, por detrás del hombro:
-¡Cuidado, Fabián! Está dispuesto que mueras en cuanto pronuncies la palabra zangolotino.
-¿Zangolotino? -pregunta Fabián azorado.
Y muere.
Enrique Anderson-Imbert.
(Las pruebas del caos)

OPUS 8
Júrenos que si despierta, no se la va a llevar -pedía de rodillas uno de losenanitos al príncipe, mientras éste contemplaba el hermoso cuerpo en el sarcófago de cristal-. Mire que, desde que se durmió, no tenemos quien nos lave la ropa, nos la planche, nos limpie la casa y nos cocine.
Armando José Sequera.
(Escena de un Spaguetti Western)

ALAS
Yo ejercía entonces la medicina en Humahuaca. Un tarde me trajeron un niño descalabrado; se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando para revisarlo le quité el poncho vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:
-¿Por qué no volaste, m'hijo, al sentirte caer? 
-¿Volar? -me dijo- ¿Volar,  para que la gente se ría de mí?
Enrique Anderson-Imbert
(El grimorio)

Leer otros microcuentos: 

miércoles, 3 de enero de 2024

Frankestein o el moderno Prometeo

Transcribo un texto muy interesante que encontré en Facebook, del cual desconozco su autor. Se  conceden los respectivos créditos.

Frankenstein o el moderno Prometeo

El término ‘Ciencia ficción’ fue acuñado en 1924 por el escritor Hugo Gernsback (Los Hugo Awards, se llaman así en su honor). Antes de ello se las solía encasillar en ‘Narrativa especulativa’ o confundirlas con novelas fantásticas. El género en sí es atemporal e imaginario, un abanico tan grande como difusos son sus límites. El hecho que su narrativa deba tener un sustento científico, aunque sea especulativo, no ayuda a acotar los textos que se puedan considerar pertenecientes al género.
Utopía de Tomás Moro en 1516 y Somnium de Johannes Kepler en 1634, son los primeros embriones del género. Otros autores que coquetearon con la ciencia ficción fueron Cyrano de Bergerac, Daniel Jost de Villeneuve, Louis-Sébastien Mercier, el Barón de Münchhausen y Luciano de Samosata. Pese a estos adelantados, hay una coincidencia tácita en reconocer que la Ciencia ficción nació de la mano de Mary Shelley el 17 de junio de 1816.

Mary Wollstonecraft Godwin, una joven londinense cuya madre murió durante su nacimiento, fue criada de manera liberal por su padre, el filósofo y novelista William Godwin, ambos hechos marcarían su carrera literaria. Su relación con Percy Bysshe Shelley fue conflictiva a título personal pero literariamente inspiradora. Percy, al tiempo que era su pareja, mantenía relaciones con su ex esposa y coqueteaba abiertamente con Claire, hermana de Mary. Percy incluía a Mary en toda reunión a la que fuera invitado ‘era un lujo ser acompañado por una joven e inteligente mujer’.

En el comienzo del siglo XIX se vivía el despertar de la revolución industrial, la sociedad erudita debatía las consecuencias morales y científicas de los severos cambios que se avecinaban. En 1814. Mary conoció al joven científico Andrew Crosse, quien aseguraba que con electricidad podía dar vida a objetos inertes y devolverla a humanos fallecidos. Era tal el misterio que envolvía a la electricidad que todo era posible. Se acercaban una sucesión de eventos en la vida de Mary, que sembrarían el gen de su maravillosa obra.

Estando en Suiza, visitó el castillo de Frenkenstein, donde conoció a Johann Conrad Dippel, quien le comentó sobre sus experimentos con cuerpos humanos. Otro hecho importante en la vida de Mary, fue la pérdida de un embarazo a principios de 1816. En esos años era muy común que las mujeres murieran en el parto, o el nacimiento de fetos muertos, transformando el nacimiento de un hijo en un hecho tortuoso y atemorizante. Con todos estos hechos en su mente, Mary y Percy fueron invitados por Lord Byron a pasar unos días en la mansión Villa Diodati, a orillas del lago Lemán en Suiza. En realidad, Byron quería encontrarse con Claire, la hermana de Mary, pero decidió mantener las formas.

El verano de 1816 fue atípico en el hemisferio norte, tan atípico que no hubo verano. Todo el año se vio empañado por un invierno volcánico provocado por la erupción del monte Tambura en Indonesia. Sin poder disfrutar del sol ni el lago, los días de Mary, Percy y Claire en la estancia de la Villa Diodati se fueron tornando tediosos y monótonos. Once días después, se sumaron Lord Byron y su amigo médico, John Polidori.

La noche del 17 de junio, los cinco habitantes se entretuvieron leyendo Fantasmagoriana, una antología de cuentos de terror. Byron interrumpió la monótona velada con una idea: que cada uno escribiera su propia historia de terror y luego la compartieran. El poeta inglés no estaba interesado en lo que pudieran escribir alguna de las jóvenes o el médico sin talento literario. Buscaba lucirse o competir con Percy, pero lo que ocurrió esa noche fue una sorpresa para todos.
Cumplido el plazo los resultados fueron impensados, Byron, Claire y Percy no completaron el pedido, es más, apenas pasaron la primera página. Los dos relatos terminados eran los de Polidori y Mary. El texto del médico hablaba de unos seres similares a los Vampiros, primera referencia literaria que se tenga sobre ese tema. Fue el relato de Mary el que sorprendió a todos, sin nombre aún, había nacido Frankenstein. Los tres amigos coincidieron e insistieron en que el relato debía ser ampliado y publicado.

La novela de terror gótico explora los misterios de la creación, evoca el mito clásico del Titán que crea un hombre de arcilla. A diferencia del mito, no es Dios quien castiga al falso creador, sino su propia criatura. Está presente el miedo a las consecuencias de las nuevas tecnologías y los límites morales de quienes las manejan. El libro Frankenstein o el moderno Prometeo salió a la venta en Londres el 1 de enero de 1818.

En 1831 salió una nueva edición corregida y ampliada en la que participó su esposo Percy. Muchos años después, en la biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, se encontró el manuscrito original de 1817, mucho más descarnado y oscuro que la versión definitiva, lo que permitió reediciones que mostraron esa fantasía científica tal cual la pensaba Mary Shelley.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

El libro. Cuento de Navidad. Elvirita Hoyos Campillo

Un conmovedor cuento navidad de la escritora cartagenera Elvirita Hoyos Campillo. 


El Libro


Al atardecer, víspera de navidad, Ofelia disponía la preparación para hacer un buen masato de maíz como lo hacía su mamá. Allá lejos en el campo, desde donde las montañas se ven azules.

—Mamá, ¿las montañas son azules?

—No, le respondió su madre, sonriente.

Ofelia tenía cinco años entonces, y hacia muchas preguntas. Había que tener paciencia; a esa edad los niños preguntan muchas cosas, saltando de una cuestión a otra muy distinta. Mejor era seguirle el juego, sin mayores explicaciones.

— ¿Qué haces? Preguntó Ofelia, mirando los ingredientes dispersos, sobre la mesa.

—Preparo un Masato.

— ¿Me dejas que te ayude?

—Sí, claro, alcánzame esa panela.

— ¿Dónde aprendiste a hacerlo?

—Me lo enseñó tu abuela cuando yo tenía tu edad.

—Y ¿cómo se hace…?

—Siéntate allí y mira, el secreto está en la preparación.

Ofelia se sentó en un taburete a mirar atentamente, cómo su madre, preparaba el masato. Y siguió durante años, atenta a la elaboración. A los cinco años, no la dejaron acercarse a la estufa, pero en la medida de que fue creciendo, le permitieron recoger la panela, los clavos, las hojas de naranjo y hasta rociar el polvo de canela, en los vasos servidos. A sus trece años, Ofelia era ya experta en preparar masatos. Para ese momento, sabía también, que las montañas eran verdes, pero que se veían azules porque estaban lejos.

Ahora, sentada en la mecedora, desde la terraza de su casa, Ofelia observa un paisaje llano. No había montañas donde la trajo a vivir su marido: “el extinto Juan”, como se acostumbró a nombrarlo desde su muerte, cada vez que se refería a él.

—Pero mamá, ¿por qué tienes que decir siempre “extinto” cuando hablas de papá? todos sabemos que él murió hace años, llámalo solamente por su nombre: Juan, y ya está -le dijo su hija Felita, que también se llamaba Ofelia.

—Es para acostumbrarme de que está muerto.

Y así le fueron cayendo las calendas a Ofelia. Sus hijos crecieron y como es natural se casaron y emanciparon. Aunque siempre la llenaron de amor. Pero, no pudo enseñarles la receta del Masato a sus nietos, como hubiese querido porque a ninguno le interesó aprenderla; enfrascados como estaban, jugando con el aparatico ese que los mantenía hipnotizados, mientras ella y su hija cocinaban el almuerzo dominguero, y su yerno bebía unas cuantas cervezas frente al televisor.

Desde la terraza que da al jardín, sentada en su mecedora, Ofelia se dio cuenta que del árbol cayeron varios mangos a la tierra. Llamó a la muchacha para que los recogiera y le dejara, además, una jarra de jugo en la nevera y, como eran muchos, también le dijo que se llevara varios a su casa para que les diera a sus hijos.

—Es una fruta buena para los niños que están en crecimiento, dijo.

La muchacha se despidió con un “hasta pasado mañana”, deseándole una feliz Navidad; eran ya las tres de la tarde. Ofelia, se quedó sola y abrió el libro que tenía entre sus manos. Se lo había traído el niño Dios, un veinticuatro de diciembre, cuando ella tenía doce años. Era un libro con páginas en blanco, en cuya carátula se leía con letras doradas “Mi diario” Su padre le había explicado en aquel momento, que esas páginas en blanco eran para que ella escribiera en él, lo que quisiera.

— ¿Cómo qué? Le preguntó.

—Muchas cosas: Lo que te sucede. Lo que piensas. Lo que quieres. El nombre de tus amigos. Los paseos. Los días felices. Lo que te asombra. También te sirve para escribir cuentos, relatos, anécdotas. Para cuando seas mayor se lo leas a tus hijos.

Pero ella, empezó por escribir las recetas de cocina, de esos deliciosos platos que hacia su madre. Alguno de los cuales, le había dicho, se lo enseñó su abuela. Cuando se enamoró de Juan, escribió algunos versos de una o dos estrofas. Cuando nacieron sus hijos agregó fecha y hora del nacimiento de cada uno. Dolorosamente, páginas adelante, anotó las fechas de defunción de su padre y después la de su madre. Años más tarde, agregó la de Juan… Juan murió antes de tiempo, en condiciones normales, joven aún. Fue un paro Súbito. Tenía sesenta años. Su muerte fue una sorpresa para todos. Ella tenía entonces, cincuenta y cinco años y sabía que la muerte significaba no volverlo a ver. Pero católica como era desde que nació, también sabía que él vivía en el mundo de los muertos. Quizá, no a la diestra del Padre, pues algún pecadillo inconfeso debió tener. Fue tan sorpresiva su muerte, incluso para él, que no alcanzó a confesarse, como sí se confesaron sus padres que murieron de viejos. Y tampoco alcanzó a contarle a ella “sus secretillos” como le dijo su madre, que le había contado su esposo en los tiempos del buen retiro, cuando la serenidad había hecho su imperio.

—Sabes mijita que siempre te he amado. Pero yo tuve mis flirteos… le dijo su madre que le había confesado su padre una de esas tardes en que el palo cargado de tamarindos, florecía… 

Después de lo que le dijera su madre, Ofelia, resolvió escribir en su “diario”: oraciones. Primero, para que el extinto Juan, no cayera en tentaciones. Más tarde, para que los peligros que acechan a los jóvenes por todos lados no tocaran a sus hijos. Luego por la paz de sus muertos queridos. Incluyendo, los nombres de los amigos que se habían marchado, y, con el simple paso del tiempo, fue adicionando fotos ya desvanecidas, entre sus páginas.

Se acostumbró a rezar todas las tardes en el silencio de su habitación. Y una buena noche, después de un día felizmente festejado, agregó una frase al sinfín de oraciones… Y por el mundo entero…  para que no se quedara por fuera nadie, debido a los olvidos involuntarios, o quizá porque sintió que la vida se le escapaba acelerada sin que ella se enterase, incluso, de las muchas otras cosas que ocurrían en derredor. Ese fue en el mismo día que ella cumplía sus ochenta años.

Sus hijos, nueras, yernos, y nietos y más gentes, le dieron la sorpresa de un festejononon, con que la sorprendieron: abundancia de comida, banda de música, bailes, licores, muchos besos y abrazos, fotos y más fotos. Ella, que nunca había tomado un trago en vida de su extinto Juan, se vio inducida a tomarse un par de copitas nada más. Ella, que no bailaba desde que su extinto Juan transitó al seno de Dios; se vio incitada a bailar un par de piezas, descubriendo que los pasos que se aprenden de joven, no se olvidan, al menos fácilmente… Ella, que había prolongado su luto hasta hoy en que sin ambages, lo dejó para siempre, cuando su nieto mayor le dijo,

—Abu, tu ¿por qué siempre vistes con esa ropa triste?

—Si mamá, Juanito tiene razón. Mañana mismo vengo por ti para ir de compras.

—Pero hija...

En la noche del festejononon, en que, para complacerlos a todos, Ofelia comió a deshoras, bebió comedidamente y bailó con el denuedo de una joven quinceañera, se retiró a su habitación disimuladamente, dejando la parranda viva en la sala y jardines de su casa. Esa noche, rezó en voz alta por primera vez, deseaba ser escuchada por Dios; interrumpiendo el orden de sus oraciones, con el recuerdo vivo de sus seres amados. Así surgió su nueva frase por el miedo a olvidarse de alguno…:” y por el mundo entero…”

Quizá la había inspirado los parranderos desjuiciados, que bebían y bailaban esa música estruendosa en la sala de su casa. Parecían no cansarse. De ese día en adelante, Ofelia empezó a hablar sola y siempre en voz alta. Mientras tanto las calendas seguían arribando. Así que cuando el sol declinaba en el horizonte, aquélla tarde de la nochebuena, tomó una decisión que repaso una y otra vez en detalle:

— Pondré en el moyo el maíz, para preparar un buen masato el día que regrese la muchacha, y luego me voy a la plaza a ver el pesebre, ya que esta noche nace el niño Dios.

Puesto el maíz a fermentar en el moyo, se fue a la plaza. El pesebre era hermoso, tanto, que debió costarle un dineral a la parroquia, con tanta vaquita, caballitos, ovejitas, venaditos de plástico y hasta gallinitas, todo importado; una laguna artificial con patos de hule, que los niños podían coger y apretarlas, entonces, emitían el grito sordo de un sonido; con pececillos vivos de todos los colores, más allá, un pueblito de cartón pintado de blanco y rodeado de palmeras sembradas en macetas, al que se allegaba por un sendero dispuesto con aserrín terracota, que bordeaba una planicie de prados verdes con flores finamente elaboradas en papel maché. En un alto estaba la cueva, hecha con piedras reales pegadas con cemento gris. La cueva era lo suficientemente grande y hueca para albergar a José y a María; en medio de ellos, se hallaba la cuna aún vacía. Por el sendero se aproximaban, guardadas las distancias, los tres reyes de oriente: Gaspar, Baltasar y Melchor con sus ofrendas de oro, incienso, mirra.


El clima era cálido. Buscó una banca frente al pesebre, para sentarse y desde allí, admirar la belleza del conjunto con sus luces titilantes. Era realmente maravilloso. En el trascurrir de su niñez no existían esas luces. La magia del pesebre radicaba entonces, no en el misterio de la natividad, sino, en los regalos que el niño Jesús colocaba a medianoche junto al pesebre casero, para cada niño que se hubiese portado bien durante el año. Pero, el invento de las luces, que ahora la trasportaba a su infancia, representaban las estrellas, incrustadas como brillantes sobre un cielo de satén en azul degradado, y la Gran estrella de Belén con cinco puntas, que orientó a los magos venidos de remotas tierras, fulguraba desde el cielo, con una estela de luces que caían en cascada sobre la cueva. Sí… todo era hermoso. Abrió su Diario. Leyó primero la Salve, después el Magníficat y siguió con padres nuestros y una retahíla de avemarías, intercalando las oraciones como era su costumbre, con los nombres conocidos de aquellos que la habían precedido. Finalizando con el Gloria para volver a empezar y sin olvidar nunca la nueva frase… y por el mundo entero… Meditó el tercer misterio del rosario, con las imágenes bíblicas de lo que aconteció en los tiempos en que Jesús vivió; formando una mezcla comprensible, de oraciones e imágenes, con los recuerdos de su propia maternidad y emigración de la casa de sus padres, cuando se vino a vivir a tierra llana con su extinto Juan; mientras, los niños cantaban en coro, villancicos, y los más pequeños, corrían arrebatados, de un lado a otro del pesebre. Así, con una devoción combinada de recuerdos… sobrevino la noche. Las voces silenciaron. La gente marchó a sus casas. El lugar quedó sólo…

Ofelia, abstraída en la magia de sus meditaciones, esperó la hora del nacimiento, en que vio un brillo intenso en la cuna. ¡Había nacido ya, el niño Jesús! El frio del alba fue calando lentamente en sus huesos, entonces, vio un ángel con altas alas blancas en su espalda, que estiró su mano hasta tocar la suya. Ofelia, sintió una dulzura de bondades infinitas que alegraron su alma.

En la madrugada, el sereno la encontró dormida en la banca, con el rosario aferrado en su mano. Se acercó y le tocó el hombro delicadamente para despertarla, ella no respondió. De su falda se deslizo un libro al suelo, era su diario. El hombre lo recogió para hojearlo; en el instante en que las campanas alzaron vuelo, con un repique, llamando al Ángelus. Las páginas del libro se desplegaban en blanco, solo en la última, se hallaba impresa en letras doradas: FIN.