Tomado del El blog de los lagartijos
Siempre he dicho que los locos sufren de la locura, pero los escritores no la sufrimos, la disfrutamos plenamente.
Y esa es la impresión que uno tiene cuando lee las historias de Ángela Ramírez. En Isolda, nos sorprendió con una adolescente que despierta en medio del bosque sin recordar nada de su pasado y que va descubirendo cosas muy interesantes (y aterradoras) de su vida.
En La Corredora, una joven que oye por los ojos, ve con los oídos y saborea con su piel, tiene ademas el don de volar mientras duerme y salvar personas que están en peligro.
Esta vez nos soprende con un libro de cuentos para enloquecer. Cuentos muy bien contados, que lo ponen a uno a sufrir con los personajes, a pensar, y hasta a dudar de la realidad.
Con el permiso de su autora, les traigo un fragmento de uno de sus cuentos.
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LA RECOMPENSA
Fragmento.
…Y ahora estoy aquí espantando las negruras que se ciernen sobre mí. Elegí una opción, es la única salida de tantas, de tan pocas. Ya lo decidí, sin embargo, me detuve unos segundos y no por voluntad, ni porque meditar haya sido mi fuerte, no, lo hice por miedo, por temor. Mi pobre Ana, mi Lorenzo. Una semana ha bastado para esto, para arrastrarme entre la inmundicia, escondido y a la vez expuesto a la justicia que me verá como culpable, pero que a fin de cuentas logrará salvarlos a ellos.
No puedo detenerme, no ahora. Todo está listo. Mañana, bueno, espero que Ana y Lorenzo tengan una oportunidad, lo demás no importa. En este momento, solo pienso en ellos.
Si fumara esto estaría encendido, es el momento para hacerlo, como decía mi mamá: «La gente se fuma los problemas, no los cigarrillos». Si fumara, maldita sea, cada parte de esta montaña de basura ardería.
Hace una semana todo era perfecto, el apartamento blanco, tan grande. Le dije a Ana que después remodelábamos, lo poníamos moderno, y ella, tan paciente, tan resignada, me regañó. Todavía la escucho, puedo imaginarla detrás del celular, cuchicheando, como si fuera pecado contrariarme.
—¿No tenés suficiente con ese apartamento, con el barrio? —Lo decía regañándome—. A mí no me hace falta nada más, ¿entendés? Esto que nos pasó fue un milagro.
Un milagro le había dicho yo también al principio, ella me dijo que no, que eso era una recompensa, el pago por ser bueno, por haber ayudado a ese señor, por salvarle la vida. Todo fue rápido, debí desconfiar, fácil ni se arrastra el gusano. Siempre me doy cuenta de las cosas tarde, «lento», me decía mi papá.
Pensá, me diría cualquiera. ¿Por qué me iban a facilitar la compra? ¿Por buena persona? Los papeles, los traspasos, los impuestos. Pasamos de pobres a ricos en tres horas, así, fácil nos convertimos en propietarios. Yo empaqué, y dejamos todo en la casa vieja.
—Abra la puerta de ese rancho, que se lleven todo —me dijo entre risas Ana—. Le pagamos al mundo con nuestros chécheres.
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Ángela María Ramírez Gil.
Otras publicaciones:
-Poesías publicadas en el libro del concurso nacional de novela cuento y poesía, Facultad de medicina UdeA, 1995.
-11 de abril (cuento). Publicado en "Obra diversa". Antología del Taller de Escritores de la BBP (2007)
-Bigotes de Tinta (cuento). Revista Cronopio (2014)
-Escalas del Sexto (cuento). Colección Líneas Cruzadas. Hilo de Plata Editores. 2018
-Escalas del sexto: Colección Líneas Cruzadas - Hilo de Plata, Editores 2018
-La campanela: (cuento) 2020 publicado en Antología Veinte y una narradoras (Colección palabras rodantes)
-La corredora. AMR Escritoras. 2021
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