Esta semana les traemos un cuento de la escritora antioqueña Sonia Emilce García Sánchez y que fue publicado por el Ministerio de Cultura en la Antología Relata 2017
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El lápiz labial de mamá
Los aromas de especias y carne despertaron en Maú un apetito voraz; sin dar espera, bajó del segundo piso en busca de comida.
La mamá, al ver a Maú saboreándose, partió una manzana en trocitos y, mientras se la entregaba, la acompañó hasta las escalas y le dijo:
—¡Sube!
Maú intentó devolverse, pero, al ver a la mamá con el entrecejo levantado, dio medio giro y subió varios escalones, sin dejar de mirar por intervalos hacia abajo.
Su madre, firme, esperó. Cuando vio que estaba en el último escalón, le ordenó:
—Enciende la tv y mira tu programa favorito.
Maú, al ver que la mamá se alejaba, la imitó, repitiendo entre dientes, con enojo:
—¡Ube!
Al llegar al cuarto de estar prendió el televisor, pero antes de sentarse llevó el plato con los trozos de manzana hasta la nariz. Aspiró con ganas y al no sentir los aromas que le tenían la boca hecha agua, gritó con enojo:
—¡Nooo!
Apagó el televisor de golpe. Con el plato en la mano, salió con la intención de ir a la cocina, pero al cruzar el pasillo vio la puerta del cuarto de sus padres entreabierta. Pensó que allí estaba la mamá, entonces se acercó y la llamó.
La puerta cedió, y el exceso de luz al filtrarse por el ventanal la encandelilló. Maú avanzó. Mientras entreabría los ojos se fue revelando, en un esplendor jamás visto, el tocador de la mamá.
Embelesada, observó cómo los reflejos de luz, juguetones, salían disfrazados de diversos colores al filtrarse por entre las diferentes tapas de los perfumes.
Sus pupilas se iluminaban con cada uno de los destellos que emitían los collares y, coqueta, respondía imitando un guiño.
Luego centró su atención en la bailarina del cofre: ¡Tan bella!, ¡tan sutil!, ¡tan delgada! Tanto que Maú creyó verla danzar sobre un halo de luz.
Y, anhelando ser como ella, dio unos pasitos en punta, pero tropezó.
Contrariada, decidió llamar de nuevo a la mamá. Pero lo hizo casi en susurro.
Al no obtener respuesta, se acercó a la cama, necesitaba liberarse del plato; pero al descargarlo, este se deslizó y los trozos de manzana cayeron en el piso.
Iba a recogerlos cuando vio su rostro en el espejo de tres alas.
Atraída por su imagen, corrió hasta el tocador.
Trepó con dificultada al sillón y, después de menearse varias veces sobre el centro del cojín mullido, se entregó a la tarea de saborear uno a uno los olores de mamá: primero quitó las tapas a cada perfume, luego destapó las cremas de mano y… las de la cara.
Todas las llevó hasta la nariz para percibir sus olores y algunas las untó en las puntas de sus dedos.
Cuando abrió las sombras de ojos, los colores la llenaron de alegría; eran tantos, quería lucirlos todos en sus párpados.
Ya iba a meter el dedo en la sombra de color verde esmeralda, cuando un labial en forma de cisne atrajo su atención. Renunciando a su propósito de maquillar los párpados, lo cogió.
Con el dedo índice, de uña rapada, repasó las alas del ave y, al seguir de abajo hacia arriba el estilizado cuello, la tapa cayó y un delicioso olor a fresa entró por su nariz y la boca se le hizo agua, entonces miró a la sonriente bailarina y, acercándole el labial, exclamó:
—¡Humm, ico!
Sin poder contener la felicidad por estar allí, sentada en el trono de su madre, acercó a la bailarina para besarla, pero al aproximarla sus ojos chispearon, y se detuvo en seco.
Observó la base del cisne que aún conservaba en la mano y la giró: salió una barra de labial rojo brillante. Entonces lo aproximó y abrió los labios, como lo solía hacer su madre.
Pero, al acercarlo, el olor dulzón de fresa de nuevo le aguó la boca.
Maú tragó de golpe toda la saliva. Al aproximar la barra para aplicarla en sus labios, un deseo devorador la invadió y terminó dándole un pequeño mordisco.
Al mirarse en el espejo vio la marca roja y redonda en el centro de sus labios y se sintió como una marioneta. Sonrió divertida, pero, al ver de nuevo su imagen, notó los dientes rojos, entonces pasó sobre ellos la lengua, y un sabor graso le invadió la boca.
Degustó, pero no encontró un sabor agradable.
Contrariada, miró de nuevo la barra: tan roja, tan suculento su olor…
Iba a llevarla de nuevo a la boca, cuando escuchó a la mamá que, mientras subía las escalas, la llamaba.
Maú saltó de la silla con el labial entre sus manos, y corrió a esconderse debajo de la cama.
Allí, en el fondo, se encogió en posición fetal y empezó a chupar la barra labial.
La mamá entró en la habitación y, al ver los trozos de manzana regados en el suelo, llamó a Maú con tono nervioso.
Maú no respondió.
La mamá recorrió la habitación. Al ver los cosméticos y perfumes destapados, volvió a llamarla, pero esta vez con un tono seco.
Todo estaba en silencio. A Maú ni siquiera se le oía respirar.
Entonces la mamá la buscó en el vestier, en el baño, detrás de las cortinas; al no encontrarla, decidió mirar por debajo de la cama.
Efectivamente allí estaba; le ordenó que saliera, pero Maú no se movió.
La mamá, preocupada, la volvió a llamar. Al no obtener respuesta, decidió meterse debajo de la cama y, como pudo, agarró a Maú por la espalda.
A medida que la iba jalando, sintió a la pequeña fría, rígida y engarrotada.
—¡Maú! —llamó una y otra vez la madre.
Cuando por fin la sacó, notó que Maú seguía encogida en posición fetal.
La giró y, al ver que tenía la boca y sus alrededores rojos, sintió pánico, pues, imaginó que se había ahogado. Sin pensarlo dos veces, la elevó por el aire.
Maú, al sentir que volaba, abrió los ojos, estiró los brazos y, sin soltar la base del cisne, le dio a su madre la mejor sonrisa, enseñando los dientes y la lengua rojos.
La mamá, con sentimientos encontrados, acercó a la pequeña contra su cara. Maú, sin dejar de sonreír, interpuso entre ellas la base del cisne y llevándolo hasta la nariz de la mamá exclamó:
—¡Humm, ico!
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Sonia Emilce García Sánchez
Envigado, Antioquia, 1967
Licenciada en Educación Especial de la Universidad de Antioquia. Asesora pedagógica. Actualmente es participande del taller de creación literaria Comedal y del Taller de Historias de la Red de talleres Relata.
Ha publicado El zoocielo (2014) Un regalo inusual (2016). "Corazón valiente" (2018) “El lápiz labial de mamá” hace parte varios cuentos cortos sobre Maú Down. Algunos de ellos se han publicado en Cuentos para toda clase de niños, de la colección Palabras Rodantes de Comfama y el Metro de Medellín (“Un regalo del cielo”); en la revista digital Gotas de Tinta (revista digital); Antología del taller de escritores, Universidad de Antioquia y Asmedas; Antología del taller de escritores de la Universidad de Antioquia y trabajos del taller II. Su ultima publicación fue un delicioso cuento "Una silueta para Maú"
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