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miércoles, 1 de marzo de 2023

El beso de la muerte. Laura María Arango R

Esta semana les traigo un cuento de una de las promesas de las letras colombianas, la escritora Laura María Arango Restrepo, con la quien comparto el placer de estar en dos talleres literarios. 

El cuento que traigo a continuación fue publicado en la Antología Relata 2022, la cual pueden descargar haciendo clic en el enlace. 


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EL BESO DE LA MUERTE

Laura María Arango Restrepo



Sentado, con las manos sobre mis rodillas, cansado de la mierda que era mi vida, decidí llamarla.

Éramos viejos amigos. Nos habíamos conocido unos dieciocho años atrás cuando por diez días nos dedicamos a tomar café y jugar cartas, mientras mi cuerpo aguantaba pegado a un ventilador en una cama de cuidados intensivos; en esa ocasión habíamos apostado mi alma en la baraja. La muerte era buena jugando al póker, pero yo también; aunque sospecho que realmente me dejó ganar todas las partidas para no perder a su contrincante. Cuando el juego iba en mi contra y todos los monitores empezaban a sonar, mientras un desfile de enfermeras y galenos llenaban el pequeño cubículo para empezar mi reanimación, ella suspendía el juego por el alboroto y regresaba al día siguiente a pasar tiempo conmigo.

Esa primera vez tenía cuarenta años, estaba pasando por una crisis existencial y mi moto nueva me había llevado a chocarme a toda velocidad contra un poste de la luz. La vi como una dama de negro, parada junto a la ambulancia, curiosa ante unos ojos que la miraban sin temerle. Me sonrió. 

Luego, en el quirófano, la vi sentada junto a la máquina de anestesia, divertida, moviendo botones y perillas, mientras la conmoción reinaba en la sala entre dosis de adrenalina y compresiones a mi tórax. Justo allí me retó al primer duelo, acepté… No tenía nada que perder.

No hablaba mucho, era misteriosa, lúgubre. Decidí que distraerla debía ser la estrategia para conservar mi corazón latiente al menos por unos minutos más y, así, sobreviví a la cirugía de control de daños y a otras tres más durante mi estancia en el hospital. Verla, de algún modo, me reconfortaba; ella era una presencia más o menos constante y extrañamente amistosa en esos días de viajes oníricos entre elefantes terroríficos y pájaros rabiosos producidos por la mezcla entre mi imaginación y los medicamentos.

Con los años me había hecho propenso a sufrir accidentes, fracturas, y a necesitar procedimientos quirúrgicos bajo anestesia general. Siempre sospeché que ella me citaba para vernos en ese plano en el que la vida pende de un delgado hilo, y no negaré que me regocijaba al verla.

Me enamoré de nuestros encuentros tan nutridos de historias, con una calma y un goce que no hallaba en otro lugar. A veces aprovechaba para tomar sus manos frías, de pálida belleza, y contemplar el brillo de sus ojos color hielo. Entonces, ella soltaba una sonrisa en esa cara de geisha con la que se presentaba ante mí.

En los últimos cinco años, sin embargo, nuestra relación había cambiado. Cuando todo lo posiblemente extirpable, suturable y curable ya había sido hecho por los médicos en mi cuerpo (que más parecía un retazo), mi amante famélica me envió un cáncer, lento y doloroso, que aseguraba muchas visitas a mi lecho. No pude perdonárselo…

El diagnóstico llegó tarde; esa era su intención, ¡lo sé! El escamocelular de mi cara ya había invadido muchas estructuras, y la quimioterapia y la radioterapia solas no surtían efecto. El cirujano me llevó a un procedimiento radical: extirpó mi ojo derecho, el párpado, el canal auditivo, la oreja, media lengua, media boca… media cara. El dolor y la rabia no me permitían mirarme al espejo, ni tirar a los dados en el mismo tablero o beber del mismo café.

Se notaba arrepentida, pero el daño era irreparable. Dejó de visitarme. El cáncer se detuvo, pero mi vida era un desastre. Las heridas no sanaban, el dolor no se paliaba. Era un discapacitado visual, auditivo, emocional. No encontraba trabajo, vivía de la mísera pensión de invalidez, al lado de una mujer que mi exesposa pagaba para que me cuidara.

Enamorarme de la muerte y luego pretender olvidarla, había sido mi condena. Estaba atado a una vida desastrosa y ella no vendría a rescatarme.

Tres intentos de suicidio fallidos y dos sepsis severas a las que sobreviví, a pesar de no ser llevado a la unidad de cuidados intensivos, me lo demostraron.

Así que esa noche la llamé, usé todas mis fuerzas. Puse sal, encendí velas y quise matar a mi perro, ¡por él sí iba a venir! Mientras sostenía el cuchillo en mi mano derecha y lloraba junto al animal que lamía mi mano izquierda, la vi. Estaba parada en el rincón de la puerta, con esa mirada de la primera vez. Me lanzó una fría sonrisa y me pidió que bajara la hoja. Aún no era el tiempo de Kaiser.

Quitó las vendas de mi rostro, la vi conmoverse… Yo estaba incompleto, envejecido, vencido. La podredumbre emanaba de mis tejidos, pero también de mi alma, de mi corazón. Me miró. Me pareció que se sentía culpable y que ese amor que algún día tuvimos permanecía intacto en ella.

—Por ti se me ha prohibido volver a entablar relación con los humanos —dijo con severidad—. Dicen que me encarnicé contigo… probablemente tengan razón —se detuvo por un momento—, por favor perdona este amor que te ha hecho tanto daño.

Asentí y rogué con mi mirada para obtener también su perdón…

Tomó mi mano, sostuvo mi mentón y con un beso aspiró mi escasa vida. Luego acarició a mi perro en el lomo, que se quedó echado entre pequeños sollozos junto a mi cadáver.






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Laura María Arango Restrepo


(Medellín, Antioquia, 1988). Nació rodeada de una familia amorosa y extensa. Pasó los primeros años de su infancia en Bogotá. Regresó en 1998 a su ciudad natal, donde se radicó desde entonces. Médica general de la Universidad de Antioquia, egresada en 2012, ejerce sus labores en un servicio de urgencias de alta complejidad. Esposa de otro galeno y madre de un niño de cuatro años, Lucas, con quien comparte la pasión de crear historias. 

La pandemia le brindó el tiempo para volver a enfocarse en sí misma y reencontrarse con el placer de escribir; desde entonces participa en dos talleres literarios de la Red Relata: el Taller de Comedal, con Luis Fernando Macías, y el Taller de Historias, con Carlos Alberto Velásquez. Hizo su primera publicación en 2021 con la Editorial Libros para Pensar en una antología llamada Eso es puro cuento. El cuento “El beso de la muerte” está inspirado en el primer paciente que le solicitó la eutanasia. La autora tiene varios cuentos escritos y se encuentra trabajando en un proyecto de novela que tiene como nombre Al otro lado de mí.

miércoles, 15 de febrero de 2023

¿Qué es literatura?

¿QUÉ ES LITERATURA?



La literatura implica un juego con el lector. Un texto no es literatura si no involucra personalmente a quien lee. La buena literatura hace que el lector interactúe con el texto:

Miremos este ejemplo.

Esta mañana, al salir de casa rumbo al trabajo, de un callejón salió un hombre encapuchado con un revolver. Me apuntó al pecho y me dijo: “Entrégame tu billetera… y dame también tu reloj.


Ahora, miremos este otro.

Esta mañana, al salir de casa rumbo al trabajo, de un callejón salió un hombre encapuchado con un revolver. Me apuntó al pecho y me dijo: “Entrégame tu billetera... y dame también el reloj que te dejó tu papá.


En el primer ejemplo hay una narración de los hechos, una noticia o una anécdota. Incluso puede ser la transcripción de una denuncia hecha por un hombre ante la inspección de policía. 
Simplemente se cuenta algo que pasó: Un hombre es atracado por otro. En el segundo ejemplo, hay una variación: No basta con saber que le han quitado la billetera y el reloj. Hay un componente adicional que pone al lector a preguntarse por qué el ladrón sabía que su reloj era una herencia de su padre.

Aquí empieza un diálogo entre el escritor y el lector. Abre un abanico de posibilidades en la mente de este último. Esas palabras finales insinúan una historia diferente: No se trata de un ladrón cualquiera. ¿El ladrón es alguien que conoce a la víctima? ¿Cómo supo que su reloj era heredado? En los siguientes párrafos, el lector tratará de anticipar la historia o de entender sus orígenes. La buena literatura invita al lector a participar del relato en forma activa. No solo se trata de recibir una información, se trata de estimular su imaginación, de generar curiosidad, miedo, ternura, aversión, disgusto, o cualquier otro sentimiento. La literatura es un dialogo permanente entre el lector y el escritor.

Literatura no se trata de escribir bonito y con palabras rebuscadas. Consiste en escribir un texto gramaticalmente correcto y darle un sentido que tenga significancia adicional al lector, y hago énfasis en la palabra adicional. Debe haber algo más que lo que se dice, algo que tenga un sentido extra para el lector. En la literatura, no basta con escribir unos hechos, el objetivo es que el lector se fusione con el autor.

Eso es literatura.

miércoles, 8 de febrero de 2023

Registro de obras literarias con derechos de autor.

 Registrar una literaria es una herramienta útil para demostrar la autoría de un texto y evitar que otra persona se beneficie con un plagio. Todos los que escribimos estamos expuestos a ello. 

Hace unos días una compañera de un taller literario envió una invitación a participar en una antología con una editorial muy sospechosa, de la que nunca había escuchado. La invitación decía que las obras debían ser enviadas a un correo y que solo había plazo hasta el 31 de enero, pero no decía de cuál año.  

También me llamó la atención que la invitación no tenía información sobre las bases de la convocatoria. Lo único concreto era el nombre de la editorial y un correo. 

Los que me conocen saben que siempre insisto en no publicar nada que no haya sido verificado. Estoy convencido de que las redes sociales son un caldo de desinformación. Este mensaje específico no tenía una fecha concreta y la información era muy vaga para lo que se pretendía.  

Estuve verificando en internet, y no aparecía ninguna editorial con ese nombre.  Asimismo, el correo que daban para el envío de las obras correspondía al de un escritor cubano que solo había publicado textos en plataformas de distribución por demanda. Es decir, nada relacionado con una editorial seria. 

Así se lo hice saber a los compañeros. Les sugerí que podría tratarse de un fraude y les recomendé no compartir ningún texto sin el debido registro de autor. Uno de ellos me preguntó cómo se hacía para registrar una obra literaria. 

Es muy simple: en Colombia, el registro de obras literarias (así como música, material audiovisual, etc.) se hace a través del Ministerio del Interior.  Es muy sencillo: el registro se hace en línea y es gratuito, a traves de la página Registro en linea 

https://registroenlinea.gov.co/index.htm

Lo primero es registrarnos como autores. (Nombre, documento de identidad, dirección, correo electrónico, etc.). 

Una vez estemos registrados, hacemos el registro de nuestras obras en solo cuatro pasos: 

Paso 1: Datos del solicitante:   En este primer paso, se incluyen en el formulario el nombre del solicitante, el documento de identidad, nacionalidad, dirección de la residencia, correo electrónico de quien presenta la solicitud de inscripción. De igual forma, se debe indicar si el solicitante actúa a nombre propio o en representación de un tercero, caso en el cual debe indicar el nombre de este.

Paso 2: Datos del autor o autores.  En este segundo paso, se incluyen en el formulario los datos del autor o autores, persona o personas naturales que realizaron la creación intelectual.

Paso 3: Datos de la obra: En este tercer paso, se indican en el formulario los datos que identifican la obra, tales como su título, año de creación y carácter de la obra.

Paso 4: Transferencia de derechos y archivos adjuntos:  En este último paso se indica, si es del caso, la transferencia de los derechos patrimoniales del autor a un tercero. Aqui se hace necesario subir una copia del archivo que se va a registrar. 

Una vez terminado, revisamos que el formulario haya quedado correcto, y listo. Luego de aproximadamente dos semanas se recibirá una certificación donde consta nuestro registro como autor. 

Para finalizar les dejo este video, que espero les sea de utilidad.  



miércoles, 18 de enero de 2023

Mausoleo. cuento de Carlos Alberto Velásquez Córdoba

 Del libro EL RETRATO DEL SEÑOR ROSSI, Y OTROS CUENTOS, les comparto la lectura del cuento MAUSOLEO. 

Dicho relato está basado en hechos reales ocurridos en Medellín a principios del siglo XX. 

Al final les dejo la referencia. 

Agradecimientos al Dr. Emilio Restrepo y a Teledonmatías por la realización del video. 


Más información (con fotografías):  El mausoleo de Jesus María Amador



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EL RETRATO DEL SEÑOR ROSSI, Y OTROS CUENTOS. 


ISBN 978-958-49-5892-1
Autor: Velasquez Cordoba, Carlos Alberto
Editorial: Libros para Pensar
Prólogo a cargo de Luis Fernando Macías - Emilio Restrepo
Diseño: María Isabel Velásquez E.
Materia: Narración de cuentos
Publicado: 2022-04-30
Número de edición: 1
Número de páginas: 216
Tamaño: 14x21cm.
Encuadernación: Tapa blanda o bolsillo
Soporte: Impreso
Idioma: Español




También disponible en librerías o en la página web de la Editorial Libros para Pensar.

Pedidos directos al autor: calveco@une.net.co 
WhatsApp  305 3997940




miércoles, 2 de noviembre de 2022

Becquer: El monte de las ánimas.

Por Carlos Alberto Velásquez C.

Hace poco fue Halloween.

Para mí la noche del 31 de octubre tiene un encanto especial. (mi Halloween personal). No soy de los que suelo celebrar con disfraces.  Simplemente me sumo a cientos y miles de hombres y mujeres que antaño esperaban con terror y espanto la llegada del invierno y la derrota de la luz a manos de la oscuridad.  Las plantas morían para dar paso al invierno. La naturaleza parecía fallecer.

Por eso es que en muchas culturas se celebra la noche de los muertos.  La celebración celta fue adoptada por la religión católica para celebrar el día de los santos.

Aquellos primeros humanos se aferraban a ritos y sortilegios para poder sobrevivir hasta que la luz volviera a reinar sobre la oscuridad. Es el triunfo de la esperanza sobre la muerte.

Este año, les quiero compartir un cuento de terror de Gustavo Adolfo Becquer.



También quiero traerles dos obras maestras relacionadas con la noche de walpurgis, la celebración de Shamhain, o simplemente Halloween.  

La Danza Macabra de Camile Saint Sanz, y Una noche en el monte Calvo. 






Nota posterior. Infortunadamente Disney ha deshabilitado la inserción de videos por lo que los invito a ver la obra directamente desde su canal:   https://youtu.be/gonAS2uADbM

Para quienes quieran ver el video de la ejecución de la obra les dejo la versión de la Ludwig Symphony Orchestra.


Hasta la próxima noche de los muertos.

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Consejos para escribir de Raymond Carver

Raymond Carver hoy en día es considerado como uno de los mejores exponentes del género corto y del realismo sucio. Aquí dejo trece consejos de escritura, tomados de la página de Miguel Alvarez, que pueden ser de ayuda para los nuevos escritores. 


1. Un poco de autobiografía y mucho de ficción.

Tienes que saber lo que estás haciendo cuando conviertes en ficción tu vida. Tienes que ser extremadamente atrevido, habilidoso e imaginativo y estar dispuesto a decirlo todo sobre ti. Cuando eras joven te han dicho una y otra vez que escribieras sobre lo que conoces, ¿y qué conoces mejor que tus propios secretos? Pero a menos que seas un tipo muy especial de escritor, y uno muy talentoso, es peligroso intentar escribir un volumen y otro de «La historia de mi vida». Un gran peligro, o al menos una gran tentación, para muchos escritores es volverse demasiado autobiográficos. Un poco de autobiografía y mucho de ficción es lo mejor.


2. Mata la ambición, conserva el talento (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Cuando tenía 27 años, allá por 1966, me di cuenta de que tenía problemas mantener la atención a lo largo de una novela. Durante un tiempo tuve dificultades para leerlas y escribirlas. Había perdido la capacidad de atención, ya no tenía la paciencia necesaria para escribir novelas. Es una historia personal demasiado tediosa para hablar de ella aquí. Pero sé que tiene mucho que ver con por qué escribo poemas y cuentos. Entra, sal. No te andes por las ramas. Continúa. Bien pudiera ser que perdí mis grandes ambiciones por esa época, al final de la veintena. Si las perdí, creo que fue para bien. La ambición y un poco de suerte no son malas compañeras de viaje para un escritor. Demasiada ambición y mala suerte, o nada de suerte, pueden ser letales. Se necesita talento.


3. Permítete desarrollarte.

Pienso que es importante que un escritor cambie, que haya un desarrollo natural, y no una decisión. Así que cuando acabo un libro, no escribo nada durante seis meses, excepto un poco de poesía o un ensayo.


4. Sé paciente contigo mismo.

Cuando escribo, escribo todos los días. Es maravilloso cuando sucede. Un día enlazándose con el siguiente. A veces ni siquiera sé en qué día de la semana vivo. John Ashbery lo llamaba «la rueda de los días.» Cuando no escribo, como ahora, cuando las obligaciones académicas me atan como últimamente, es como si nunca hubiera escrito una palabra o no tuviera ningún deseo de hacerlo. Reincido en los malos hábitos. Estoy despierto hasta muy tarde y duermo demasiado. Pero está bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi momento. Tuve que aprender esa lección mucho tiempo atrás. Paciencia. Si creyera en los tótems, supongo que mi animal totémico sería la tortuga.


5. Mira el mundo con tus propios ojos. (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Algunos escritores tiene un montón de talento, pero no conozco a ningún escritor que no tenga nada. Pero una forma única y precisa de mirar las cosas, y encontrar el contexto adecuado para expresar esa forma de mirar, es algo muy distinto… Todo maestro, o incluso todo muy buen escritor, rehace el mundo de acuerdo con sus propias coordenadas. Hablo de algo muy parecido al estilo, pero no es solo estilo. Es el sello particular e inconfundible de todo lo que escribe un escritor. Es su mundo y no otro. Es una de las cosas que distingue a un escritor de otro. No el talento. Sobra talento por ahí. Pero un escritor que tiene una forma especial de mirar a las cosas y que confiere una expresión artística esa forma de mirar: ese escritor puede dar que hablar durante un buen tiempo.


6. Y no a través de los de nadie más (obviamente, de la misma fuente.)

Un escritor no debería pretender mirar las cosas de la misma forma que otro, como Barthelme por ejemplo. No funcionaría. Solo hay un Barthelme, y que otro escritor intente apropiarse de su peculiar sensibilidad o mise en scene bajo el pretexto de innovar equivale para ese escritor a jugar con el caos y el desastre y, peor, el autoengaño.


7. Escribe para ti, y para otros escritores.

Cualquier escritor digno de ese nombre escribe tan bien y sinceramente como puede y espera un público tan grande y receptivo como sea posible. Así que escribe tan bien como puedas y espera tener buenos lectores. Pero yo pienso que, hasta cierto punto, también escribirás para otros escritores, tanto para los escritores muertos cuya obra admiras, como para los escritores vivos que te gusta leer. Si a ellos les gusta, a los otros escritores, existen bastantes probabilidades de que también les guste a otros adultos inteligentes, hombres y mujeres.


8. Sin trucos.

Odio las trucos. Al primer indicio de truco o trampa, ya sea un truco barato o uno trabajado, en una pieza de ficción, tiendo a salir huyendo. Los trucos al final son aburridos, y yo me aburro fácilmente, lo que puede estar relacionado con que no tenga mucha capacidad de concentración. Pero la escritura extremadamente pedante, o simplemente boba, me duerme. Los escritores no necesitan trucos o trampas ni tampoco ser los tipos más listos del barrio. A riesgo de parecer tonto, un escritor a veces necesita ser capaz de quedarse quieto mirando absolutamente sorprendido esto o aquello, una puesta de sol o un viejo zapato. Estoy contra los trucos que llaman la atención, en un esfuerzo por resultar inteligente o simplemente astuto… Un escritor no debe perder de vista la historia. No estoy interesado en obras que son todo textura y nada de carne y hueso. Supongo que estoy demasiado chapado a la antigua y pienso que el lector debe estar de algún modo involucrado en la historia a un nivel humano.


9. No finjas (del ensayo John Gardner: escritor y profesor.)

Mi profesor (John Gardner) tenía la convicción de que si las palabras de la historia eran confusas por culpa de la insensibilidad del autor, o su despreocupación, o sentimentalismo, entonces esta sufriría un tremendo revés. Pero había algo que debía evitarse a toda costa: si las palabras y los sentimientos no eran sinceros, si el autor los estaba fingiendo, escribiendo sobre cosas que no le importaban o no creía, entonces no podría importarle nunca a nadie. Los valores y el oficio de un escritor. Eso era lo que el hombre enseñaba y defendía, y he conservado conmigo esa idea todos estos años desde aquella época, breve pero trascendental.


10. Crea tensión (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Me gusta cuando hay cierto sentimiento de riesgo o sensación de peligro en los cuentos. Pienso que es bueno tener una pequeña dosis de riesgo en una historia. Porque es bueno para la fluidez. Tiene que haber tensión, la sensación de que algo es inminente, que ciertas cosas están inevitablemente en movimiento, o si no, muy a menudo, simplemente no habrá historia. Lo que genera la tensión en una obra de ficción es en parte la forma en que las palabras concretas se unen para formar la acción visible de la historia. Pero también están las cosas que quedan fuera, lo implícito, el paisaje justo debajo de la suave (a veces rugosa y desorganizada) superficie de los hechos.


11. Presta atención a los pequeños detalles.

No tiendo a la retórica o la abstracción en la vida, el pensamiento, o la escritura, así que cuando escribo sobre gente quiero ubicarlos en un escenario que sea tan real como sea posible. Esto puede significar meter en el escenario una televisión o una mesa o un rotulador, pero si estos objetos van a formar parte de la escena no deben estar muertos. No quiero decir exactamente que deban cobrar vida, pero deben hacerse sentir de alguna manera. Si vas a describir una cuchara o una silla o un equipo de televisión, no querrás meter simplemente estas cosas en la escena y olvidarte de ellas. Querrás darles algún peso, conectarlas con las vidas a su alrededor. Para mí estos objetos juegan un papel en la historia; no son «caracteres» en el sentido en que lo son las personas de mis historias, pero están ahí y quiero que mis lectores sean conscientes de que están ahí, que sepan que este cenicero está aquí, esta televisión allá (y que está encendida o apagada), que en la chimenea hay viejas latas.


12. Escribe lo que quieres decir, con claridad (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk.)

Al final es todo lo que tenemos, las palabras, y es mejor que sean las adecuadas, con los signos de puntuación donde corresponde de forma que aquellas puedan decir de la mejor forma posible lo que se supone que deben decir. Si las palabras están recargadas con las emociones incontroladas del escritor, o si son imprecisas e inexactas por alguna otra razón, si las palabras son confusas, los ojos del lector resbalaran sobre ellas sin que se consiga nada. No se activará el sentido artístico del lector. Henry James denominaba esta suerte de mala escritura «especificación pobre.»


13. No tienes que tener todas las respuestas.

El trabajo del escritor, si tiene alguno, no es dar conclusiones o respuestas. Si la historia responde a sus propios problemas y conflictos internos ya es suficiente. Por otro lado, me gusta asegurarme de que mis lectores no se sientan engañados de una forma u otra cuando acaban mis historias. Es importante que los escritores satisfagan a los lectores, aunque no den respuestas, o soluciones claras. La buena ficción consiste parcialmente en llevar noticias de un mundo a otro. Ese fin es bueno en sí y por sí mismo, pienso… No hay que hacer nada más. Está ahí por el intenso placer que nos proporciona hacerla, y el diferente tipo de placer que significa leer algo duradero y hecho para perdurar, algo hermoso en sí y por sí mismo. Algo que produce luz, un resplandor persistente y constante, aunque lúgubre.

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Raymond Carver 

Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, 2 de agosto de 1988)fue un cuentista y poeta estadounidense.​ Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.Raymond Carver hoy en día es considerado como uno de los mejores exponentes del género corto y del realismo sucio. Aquí dejo trece consejos de escritura, tomados de la página de Miguel Alvarez, que pueden ser de ayuda para los nuevos escritores. 


1. Un poco de autobiografía y mucho de ficción.

Tienes que saber lo que estás haciendo cuando conviertes en ficción tu vida. Tienes que ser extremadamente atrevido, habilidoso e imaginativo y estar dispuesto a decirlo todo sobre ti. Cuando eras joven te han dicho una y otra vez que escribieras sobre lo que conoces, ¿y qué conoces mejor que tus propios secretos? Pero a menos que seas un tipo muy especial de escritor, y uno muy talentoso, es peligroso intentar escribir un volumen y otro de «La historia de mi vida». Un gran peligro, o al menos una gran tentación, para muchos escritores es volverse demasiado autobiográficos. Un poco de autobiografía y mucho de ficción es lo mejor.


2. Mata la ambición, conserva el talento (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Cuando tenía 27 años, allá por 1966, me di cuenta de que tenía problemas mantener la atención a lo largo de una novela. Durante un tiempo tuve dificultades para leerlas y escribirlas. Había perdido la capacidad de atención, ya no tenía la paciencia necesaria para escribir novelas. Es una historia personal demasiado tediosa para hablar de ella aquí. Pero sé que tiene mucho que ver con por qué escribo poemas y cuentos. Entra, sal. No te andes por las ramas. Continúa. Bien pudiera ser que perdí mis grandes ambiciones por esa época, al final de la veintena. Si las perdí, creo que fue para bien. La ambición y un poco de suerte no son malas compañeras de viaje para un escritor. Demasiada ambición y mala suerte, o nada de suerte, pueden ser letales. Se necesita talento.


3. Permítete desarrollarte.

Pienso que es importante que un escritor cambie, que haya un desarrollo natural, y no una decisión. Así que cuando acabo un libro, no escribo nada durante seis meses, excepto un poco de poesía o un ensayo.


4. Sé paciente contigo mismo.

Cuando escribo, escribo todos los días. Es maravilloso cuando sucede. Un día enlazándose con el siguiente. A veces ni siquiera sé en qué día de la semana vivo. John Ashbery lo llamaba «la rueda de los días.» Cuando no escribo, como ahora, cuando las obligaciones académicas me atan como últimamente, es como si nunca hubiera escrito una palabra o no tuviera ningún deseo de hacerlo. Reincido en los malos hábitos. Estoy despierto hasta muy tarde y duermo demasiado. Pero está bien. He aprendido a ser paciente y a esperar mi momento. Tuve que aprender esa lección mucho tiempo atrás. Paciencia. Si creyera en los tótems, supongo que mi animal totémico sería la tortuga.


5. Mira el mundo con tus propios ojos. (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Algunos escritores tiene un montón de talento, pero no conozco a ningún escritor que no tenga nada. Pero una forma única y precisa de mirar las cosas, y encontrar el contexto adecuado para expresar esa forma de mirar, es algo muy distinto… Todo maestro, o incluso todo muy buen escritor, rehace el mundo de acuerdo con sus propias coordenadas. Hablo de algo muy parecido al estilo, pero no es solo estilo. Es el sello particular e inconfundible de todo lo que escribe un escritor. Es su mundo y no otro. Es una de las cosas que distingue a un escritor de otro. No el talento. Sobra talento por ahí. Pero un escritor que tiene una forma especial de mirar a las cosas y que confiere una expresión artística esa forma de mirar: ese escritor puede dar que hablar durante un buen tiempo.


6. Y no a través de los de nadie más (obviamente, de la misma fuente.)

Un escritor no debería pretender mirar las cosas de la misma forma que otro, como Barthelme por ejemplo. No funcionaría. Solo hay un Barthelme, y que otro escritor intente apropiarse de su peculiar sensibilidad o mise en scene bajo el pretexto de innovar equivale para ese escritor a jugar con el caos y el desastre y, peor, el autoengaño.


7. Escribe para ti, y para otros escritores.

Cualquier escritor digno de ese nombre escribe tan bien y sinceramente como puede y espera un público tan grande y receptivo como sea posible. Así que escribe tan bien como puedas y espera tener buenos lectores. Pero yo pienso que, hasta cierto punto, también escribirás para otros escritores, tanto para los escritores muertos cuya obra admiras, como para los escritores vivos que te gusta leer. Si a ellos les gusta, a los otros escritores, existen bastantes probabilidades de que también les guste a otros adultos inteligentes, hombres y mujeres.


8. Sin trucos.

Odio las trucos. Al primer indicio de truco o trampa, ya sea un truco barato o uno trabajado, en una pieza de ficción, tiendo a salir huyendo. Los trucos al final son aburridos, y yo me aburro fácilmente, lo que puede estar relacionado con que no tenga mucha capacidad de concentración. Pero la escritura extremadamente pedante, o simplemente boba, me duerme. Los escritores no necesitan trucos o trampas ni tampoco ser los tipos más listos del barrio. A riesgo de parecer tonto, un escritor a veces necesita ser capaz de quedarse quieto mirando absolutamente sorprendido esto o aquello, una puesta de sol o un viejo zapato. Estoy contra los trucos que llaman la atención, en un esfuerzo por resultar inteligente o simplemente astuto… Un escritor no debe perder de vista la historia. No estoy interesado en obras que son todo textura y nada de carne y hueso. Supongo que estoy demasiado chapado a la antigua y pienso que el lector debe estar de algún modo involucrado en la historia a un nivel humano.


9. No finjas (del ensayo John Gardner: escritor y profesor.)

Mi profesor (John Gardner) tenía la convicción de que si las palabras de la historia eran confusas por culpa de la insensibilidad del autor, o su despreocupación, o sentimentalismo, entonces esta sufriría un tremendo revés. Pero había algo que debía evitarse a toda costa: si las palabras y los sentimientos no eran sinceros, si el autor los estaba fingiendo, escribiendo sobre cosas que no le importaban o no creía, entonces no podría importarle nunca a nadie. Los valores y el oficio de un escritor. Eso era lo que el hombre enseñaba y defendía, y he conservado conmigo esa idea todos estos años desde aquella época, breve pero trascendental.


10. Crea tensión (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk)

Me gusta cuando hay cierto sentimiento de riesgo o sensación de peligro en los cuentos. Pienso que es bueno tener una pequeña dosis de riesgo en una historia. Porque es bueno para la fluidez. Tiene que haber tensión, la sensación de que algo es inminente, que ciertas cosas están inevitablemente en movimiento, o si no, muy a menudo, simplemente no habrá historia. Lo que genera la tensión en una obra de ficción es en parte la forma en que las palabras concretas se unen para formar la acción visible de la historia. Pero también están las cosas que quedan fuera, lo implícito, el paisaje justo debajo de la suave (a veces rugosa y desorganizada) superficie de los hechos.


11. Presta atención a los pequeños detalles.

No tiendo a la retórica o la abstracción en la vida, el pensamiento, o la escritura, así que cuando escribo sobre gente quiero ubicarlos en un escenario que sea tan real como sea posible. Esto puede significar meter en el escenario una televisión o una mesa o un rotulador, pero si estos objetos van a formar parte de la escena no deben estar muertos. No quiero decir exactamente que deban cobrar vida, pero deben hacerse sentir de alguna manera. Si vas a describir una cuchara o una silla o un equipo de televisión, no querrás meter simplemente estas cosas en la escena y olvidarte de ellas. Querrás darles algún peso, conectarlas con las vidas a su alrededor. Para mí estos objetos juegan un papel en la historia; no son «caracteres» en el sentido en que lo son las personas de mis historias, pero están ahí y quiero que mis lectores sean conscientes de que están ahí, que sepan que este cenicero está aquí, esta televisión allá (y que está encendida o apagada), que en la chimenea hay viejas latas.


12. Escribe lo que quieres decir, con claridad (De su cuento A Storyteller’s Shoptalk.)

Al final es todo lo que tenemos, las palabras, y es mejor que sean las adecuadas, con los signos de puntuación donde corresponde de forma que aquellas puedan decir de la mejor forma posible lo que se supone que deben decir. Si las palabras están recargadas con las emociones incontroladas del escritor, o si son imprecisas e inexactas por alguna otra razón, si las palabras son confusas, los ojos del lector resbalaran sobre ellas sin que se consiga nada. No se activará el sentido artístico del lector. Henry James denominaba esta suerte de mala escritura «especificación pobre.»


13. No tienes que tener todas las respuestas.

El trabajo del escritor, si tiene alguno, no es dar conclusiones o respuestas. Si la historia responde a sus propios problemas y conflictos internos ya es suficiente. Por otro lado, me gusta asegurarme de que mis lectores no se sientan engañados de una forma u otra cuando acaban mis historias. Es importante que los escritores satisfagan a los lectores, aunque no den respuestas, o soluciones claras. La buena ficción consiste parcialmente en llevar noticias de un mundo a otro. Ese fin es bueno en sí y por sí mismo, pienso… No hay que hacer nada más. Está ahí por el intenso placer que nos proporciona hacerla, y el diferente tipo de placer que significa leer algo duradero y hecho para perdurar, algo hermoso en sí y por sí mismo. Algo que produce luz, un resplandor persistente y constante, aunque lúgubre.

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Raymond Carver 

Raymond Clevie Carver, Jr. (Clatskanie, 25 de mayo de 1938-Port Angeles, 2 de agosto de 1988)fue un cuentista y poeta estadounidense.​ Es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XX y de la literatura norteamericana.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Exorcismo. Cuento de Carlos Alberto Velásquez C

Esta semana un cuento de ficción de Carlos Alberto Velásquez Córdoba, publicado en la antología de cuento ESO ES... PURO CUENTO. Vol 1, de la Editorial Libros para Pensar. 

Esperamos que sea de su agrado. 

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EXORCISMO


María de la Trinidad ya había sido llevada donde médicos, psicólogos, y psiquiatras debido a su extraño comportamiento. Inicialmente se había pensado que sus cambios eran atribuibles a la adolescencia; se sospechó consumo de drogas, epilepsia o enfermedades psiquiátricas, hasta que un sacerdote amigo planteó la posibilidad de que la joven estuviera poseída por una entidad demoníaca. Eso explicaría por qué tenía actitudes autodestructivas, cambiaba la voz y la mirada, y hablaba en lenguas desconocidas en medio de sus ataques.

Desde el mismo Vaticano comisionaron al padre Cendales, quien llegó de España, a celebrar un rito de exorcismo. Contó con la ayuda del padre Arnulfo, párroco de la iglesia cercana, y amigo de la familia, y de un pequeño grupo de monjas de una comunidad religiosa local.

Los que estuvieron en el exorcismo, describen que fue aterradora la forma como aquel demonio, que dijo llamarse Abnascelón, luchó contra las fuerzas del bien, y se aferró a aquel cuerpo de manera tal, que por momentos dudaron si podrían vencerlo. Parecía que el demonio y María de la Trinidad estaban muy compenetrados. Pero finalmente, al cabo de dos días Abnascelón fue derrotado con un rito que le impediría en un futuro volver a tomar forma.

El caso es que, a partir del exorcismo, María de la Trinidad jamás volvió a levantarse de la cama;  tampoco volvió a comer o a hablar. Los días transcurrían sin esperanza para la familia de la joven, que veía con tristeza cómo aquel cuerpo, una vez alegre y despierto, iba consumiéndose como si no hubiera nadie adentro.

El padre Arnulfo volvió a hablar con el padre Cendales y nuevamente evaluaron a la joven. Sólo había una explicación posible: el exorcismo no sólo había expulsado al demonio maligno, sino que era probable que, al mismo tiempo, el alma de María de la Trinidad, por un error, o por decisión propia, hubiera salido también.

Era imperativo hacer que su alma regresara al cuerpo que yacía en esa cama. 

Desde entonces, lo han intentado todo. Ellos saben que el tiempo está en su contra. Mientras más días pasen, será más difícil hacer reingresar el alma de la joven.

Sin embargo, desde otra dimensión, Abnascelón y María de la Trinidad, celebran el hecho de que ni siquiera en el Vaticano haya un solo experto en Insorcismos.

 

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Antología. Volumen 1
Editorial Libros para pensar
ISBN: 978-958-49-2735-4
Paginas 120
Tamaño 14 x 21 cm
Encuadernación:  Tapa blanda (rústico)



miércoles, 3 de agosto de 2022

Lección aprendida. Cuento de Luisa Fernanda Mesa

 Esta semana les traigo un bello cuento publicado en la Antología Relata (Antología de la Red de Escritura Creativa, del Ministerio de cultura). 


Su autora es Luisa Fernanda Mesa Franco, una escritora de la que ya hablamos con ocasión de su libro 33 Razones para honrar mi vida.   También publicamos uno de los textos de dicho libro (ver  el amor tiene muchas formas)





Lección aprendida


Cae el sol en picada sobre las cabezas. Es medio día en el centro de la ciudad. Lo que me gusta y no me gusta del centro confluye a esta hora y se apretuja en las calles. Miles de personas afanadas estrujan y alegan mientras buscan una sombra pequeña en una ciudad que ha condenado históricamente sus árboles a morir engullidos por el cemento: Innovar, le llaman ahora.

Trato de no estorbarle a aquellos que tienen mas prisa y miro fascinada los colores y los gestos de la gente, mientras imagino conversaciones y situaciones, como tratando de leer un libro entre líneas, lentamente, distraída –con el bolso bien cerrado, por si acaso–.

Me llama la atención una voz infantil que dice categóricamente: –Todavía no, mamá.

Dirijo la mirada a la fuente sonora, y encuentro un cuadro poco común: un niño se ha quedado atrás solo,  mientras su madre, unos metros mas adelante y con la mano estirada,  trata de atraerlo, con un gesto, hacia ella.

En un punto intermedio entre madre e hijo, sin interrumpir el contacto invisible entre el brazo extendido y el niño con los brazos cruzados en gesto universal de rebeldía, hay un hombre de unos setenta años, barbado, andrajoso, que se está comiendo una empanada en una servilleta y un vaso con jugo color rosado.

–Pedro, vamos, pues, ¡vamos! –exclama la señora– Ya nos tenemos que ir.

–No mamá, todavía no –dice Pedro mientras cruza más las manos sobre su pecho y hace pucheros.

–Ya le diste un poco de comida al señor. Él se la está comiendo. Hicimos lo que querías, ya nos podemos ir –nuevamente le estira la mano.

–No, todavía no –responde Pedro y le increpa– No es bueno comer solo, tu me lo dices a diario. 

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Luisa Fernanda Mesa Franco. 


Médica Especialista en Rehabilitación. Amante de la lectura y la fotografía. Aprendiz en el arte de la escritura. Pertenece al taller de escritores de la cooperativa Comedal en la ciudad de Medellín, bajo la tutela del escritor Luis Fernando Macías.

miércoles, 27 de julio de 2022

Corazón Valiente: Cuento de Sonia Emilce García

Esta semana les traigo un deleite para leer y escuchar.  Se trata del cuento "Corazón Valiente", de la escritora antioqueña Sonia Emilce García, publicado en 2018 por la Editorial CES con el apoyo de la Alcaldía de Envigado




Este cuento fue publicado por la Editorial Universidad CES dentro de su colección cuentos de bolsillo, en un bellísimo formato para colorear. 

Este libro fue patrocinado por la Alcaldía de Envigado como un aporte al cuidado de la naturaleza. 



https://bit.ly/2uKRwWs


Recientemente la editorial publicó el cuento en un audiolibro que vale la pena escuchar.  (en la voz de Mónica Alexandra Marin).  Agradezco a la autora que me compartió el audio, el cual reproduzco, con algunas imágenes que agregué de su libro. 

Mas abajo encontrarán el texto completo y el enlace para descargar. 




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CORAZÓN VALIENTE



El Cacique Candela

La luna estaba sobre nosotros.

Y yo el Cacique Candela: ¡Ave que ilumina pero no quema! Vi

desde mi rama a Manuel el silbador y a su hijo Daniel, sentados alrededor de la fogata, contando las campanadas de la media noche, cuando un resplandor seguido de una explosión de pólvora nos hizo volar a todos ¡Yui, yui, bueno, sin exagerar! No todos volaron, algunos animales se ocultaron y otros corrieron en distintas direcciones.

Solo Manuel y su hijo permanecieron quietos. ¡Quietos! quién dijo quietos.

Había qué ver cómo el chico movía los ojos. Lo hizo hasta que un tronco hueco llamó su atención.

—Papá ¡Mira, mira cómo se mueve ese tronco!
—¡Shhhhh! ¡Es un escondite! — dijo Manuel, mientras observaban como se movía una tigrilla para proteger su cría.

Manuel acarició la cabeza de la tigrilla y entre silbidos dijo:

—Es la fiesta de bienvenida al mes de diciembre, no les hará daño.






Entonces la mamá Tigrilla los miró y entre maullidos dijo:

— Las fiestas de fin de año con pólvora siempre se llevan algo de nuestro hogar y eso nos duele.

— ¿Qué se ha llevado? — preguntó el pequeño Daniel.

— Nuestros brazos — gritaron los árboles mientras se mecían.

— Mi capa de musgo — dijo la tierra tiritando.

— Nuestros pétalos — señalaron las flores aún despeinadas por el espanto.

— Nuestro ulular — susurró el búho desde una rama.

— Y, también, se llevó los colores de mis plumas — dijo el colibrí pálido del susto.

— El año pasado se llevó nuestros aullidos — dijo el zorro escondido tras un árbol.

— Mañana descubriremos qué se llevó este año — dije mientras me acomodaba en mi rama. Desde allí el bosque con tanto resplandor parecía de cristal y con cada explosión se veía a punto de reventar.

—¡Off! ¡Off! ¡Que duerma el que pueda! ¡Off! ¡Off!


Una reunión inolvidable

El sol salió.


Y siguiendo la rutina de cada día, limpié mis alas, acicalé las plumas rojas de mi rabadilla, afiné el canto, y sobrevolé el bosque invitando a la reunión que tendríamos en el nacimiento de la quebrada La Ayurá.

Todos estábamos revisando qué faltaba. Cuando llegó la familia del Tigrillo, la mamá descargó a su pequeño y retrocedió tres pasos.

Un rayo de luz iluminó al cachorro y nuestros ojos se fijaron en él.

El cachorro parecía un trocito de sol, ¡Yui, yui, bueno, sin exagerar! lo observé con detenimiento, mientras él se estiraba, me elevé en círculos y desde lo alto, grité imitando a la cotorra:

¡El Tigrillo Lanudo no tiene manchas…!

¿No tiene manchas? — preguntó el gurre mientras se rascaba la cabeza.

No- tie- ne- man- chas — dijo el oso perezoso con la mano derecha

detenida.

No tiene manchas — asentó Daniel abriendo los ojos como si fueran lupas.

El papá Tigrillo se acercó al árbol sabio y, con voz entre cortada, dijo:

Gran Árbol Sabio: ¿Cómo recuperaremos las manchas de mi hijo?

El árbol, que era el más grande y más viejo, elevó las ramas llenas de nidos y revelando la corteza llena de bocas dijo:

—El compromiso de un corazón valiente devolverá las manchas que el miedo se llevó.





¿Has visto las manchas de mi hijo?

Y sin dar más espera, la familia del Tigrillo Lanudo empezó a buscar las
manchas.

Papá tigrillo elevó la mirada al cielo y al ver al sol, cubrió los ojos con su garra y preguntó:

¿Amigo Sol, tú que estás en lo alto, has visto las manchas de mi hijo?

No, pero puedo compartir mis rayos con él — dijo el sol — y dando un
giro envío sus rayos juguetones. Todos vimos como la piel del Tigrillo se irisaba cada vez que caminaba.

¡No! ¡No! ¡Esas no son las manchas del Tigrillo Lanudo! — gritaron las salamandras, estirando al máximo sus cuellos, nosotras le daremos nuestras manchas.

Y la piel del Tigrillo Lanudo se pintó con un centenar de picas doradas.


¡No! ¡No! ¡Esas no son! — silvó la serpiente coral, con esas picas parece carta de naipe y ya no esta de moda. Yo le daré mis anillos.

Y, sin poder ocultar la risa que esto nos causó; vimos cómo mientras el Tigrillo Lanudo corría a buscar refugio con sus padres, era abrazado por muchos anillos negros y amarillos.

¡No! ¡No! ¡Esas no son las manchas! — croaron tan duro las ranas, que sus pecas saltaron al cuerpo del Tigrillo y todos nos saboreamos al verlo como un postre de chocolate.

¡No! ¡Esas no son! — dijo Daniel, mientras su papá lo animaba — Yo se
las devolveré — dijo con firmeza.

¿Tú? ¿Cómo? — preguntamos todos.





Las huellas dactilares

Daniel metió el dedo índice dentro de la tierra húmeda, negra, y fértil. Cerró los ojos y dijo:

Tierra madre, tú que concedes los buenos deseos ayúdame a devolverle al Tigrillo Lanudo las manchas.

Daniel abrió los ojos, y todos escuchamos el palpitar de su corazón valiente ¡Yui, yui, bueno, sin exagerar! Y vimos cuando se acercó al Tigrillo Lanudo y con suavidad le puso su huella dactilar en la frente.

¡Esa sí es! — exclamaron los padres del Tigrillo al ver lo hermoso que lucía con esa mancha dactilar en la frente.

Pero… ¡Tienes un problema! — dijo el árbol sabio mientras la tierra se estremecía — sólo puedes poner una huella dactilar.

¡Oh, oh, problemas a la vista! — dije mientras nos mirábamos y arrugábamos el entrecejo ¡Yui, yui, bueno, sin exagerar!

¿De dónde saldrán las otras? — Preguntó mamá Tigrilla, mientras limpiaba con la lengua al Tigrillo Lanudo.

Daniel al ver su huella dactilar en la frente del Tigrillo, dijo emocionado:
Le contaré a mis amigos, ellos son de corazón valiente y nos ayudaran. Devolveremos una a una las manchas al Tigrillo Lanudo.


Corazones valientes

A partir de ese día, Daniel y su padre recorrieron los parques con una batea llena de tierra de la reserva de Envigado.

Yui, Yui… Se unieron tantos niños que alcanzó para devolver: Las manchas al Tigrillo Lanudo, los colores al bosque, las aguas al cauce, los pétalos a las flores, los nidos a las aves, los ladridos nocturnos, y mis cantos mañaneros.


Hoy en cada parque de cemento hay una batea llena de tierra, donde las familias llegan, meten su dedo índice para tocarla, piden un deseo en favor de la naturaleza y luego elevan la mano en dirección a las montañas para sellar su pacto.

Cada vez que se hace este compromiso de corazón valiente yo, el Cacique Candela ¡Ave que ilumina pero no quema! Cuento esta historia hasta el fin.



Descargar el cuento completo



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La autora:  Sonia Emilce García Sánchez 




Es Licenciada en Educación Especial. Perteneciente a la Red de Escritores Relata Sede Comedal (Dirigido: Luis Fernando Macías Z.) Publicaciones: El zoocielo (2014). Un regalo inusual (2016) Antología Relata 2017; Cuentos para toda clase de niños, de la colección Palabras Rodantes de Comfama y el Metro de Medellín (Octubre 2014); Gotas de Tinta (revista digital); Antología del taller de escritores – U de A. y Asmedas; Antología de escritores de la U de A. y Trabajos del taller II. Cuento infantil para colorear Corazón Valiente (2018) Editado por la Universidad CES, abril del 2018.



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El ilustrador Juan Carlos Velásquez Pérez


Es un habitante de la ciudad de Medellín. Es Maestro en Artes Plásticas; con mas de quince años de experiencia en la creación de ambientes de aprendizaje para la infancia. Dono las ilustraciones convencido de que el medio ambiente es una responsabilidad de todos.


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La locutora:  Mónica Alexandra Marín Fernández. 

Comunicadora social, con experiencia como presentadora de eventos Institucionales y educativos, grabación para call center, voz en off para vídeos, cortinillas para la emisora de CES RADIO y Blu Radio.



miércoles, 6 de julio de 2022

Decálogo del cuentista: Horacio Quiroga

Decalogo del cuentista (Horacio Quiroga.)


I

Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: «Desde el río soplaba el viento frío», no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

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Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay; 31 de diciembre de 1878-Buenos Aires, Argentina; 19 de febrero de 1937), fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue uno de los maestros del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.​ Sus relatos a menudo retratan a la naturaleza con rasgos temibles y horrorosos, como enemiga de las circunstancias del ser humano. Ha sido comparado con el escritor estadounidense Edgar Allan Poe.