Ayer dimos inicio al curso “Literatura y terror”, del Programa de Desarrollo Docente, de la Universidad de Antioquia. He sido profesor durante las últimas dos décadas y aún me sigo sintiendo intranquilo horas antes de los encuentros. Ayer no fue la excepción; por suerte, se trató de un encuentro presencial y de un curso cuya temática propuse.
Llegué temprano, con el deseo oculto de que los asistentes también lo hicieran. Preparé todo lo necesario. Me repetí: tengo que saludar y decir quién soy yo ¡diablos, como si lo supiera! También tengo que presentar el curso, escuchar sus comentarios, dejar que expongan sus expectativas y, de inmediato, empezar a desarrollar los contenidos; en este caso: establecer la relación “literatura-miedo” y avanzar en la definición de la denominada “literatura de terror”.
Debía, en pocas palabras, estirar los minutos, estirarlos, estirarlos… porque además tenía en mente leer, a modo de ejemplo, a Guy de Maupassant: quizás el escritor de terror más conocido de Francia. Mi objetivo estaba cifrado en presentarlo de tal manera que los asistentes se recriminaran el no haberlo conocido antes: “¿Cómo es posible que uno diga que le gusta leer literatura sin conocer a Maupassant?”, algo así quería que se dijeran. Sé que exagero, pero esa era mi meta.
Como suele suceder en estos casos: el tiempo no fue suficiente. Al final, sólo alcanzamos a leer, apresuradamente, un cuento, y nada más. No importa, me digo, pero sé que sí importa, y por eso dejo aquí algunos comentarios sobre el autor y su obra.
Espero que los interesados puedan robarle tiempo a sus ocupaciones para dedicarlo a la lectura, y también espero que quieran asistir a nuestro próximo encuentro: nos ocuparemos de la dupla: ¡Guy de Maupassant y Edgar Allan Poe!
De colecciones y ediciones
No conozco todas las colecciones de cuentos de Maupassant; sin embargo, me gusta pensar que la mayoría de ellas están provistas de obras imprescindibles. De nuevo voy a exagerar: ¡es que con Maupassant no hay pierde! Incluso, cuando uno de sus cuentos no resulta de mi total agrado suelo pensar: el problema es mío, de seguro que me entretuve y me perdí de algo, ¡maldición!, qué pena con el autor.
Sé que, en español, la editorial Páginas de Espuma tiene una edición, en dos tomos, de los cuentos completos del autor. Asimismo, la editorial Valdemar publicó un centenar de ellos en un solo tomo. Ambas ediciones cuentan con la traducción del especialista Mauro Armiño. Sin embargo, repito: cualquier colección está bien. En mi caso, por ejemplo, comentaré la colección de la editorial Eneida.
Creo que no sobra decir que, por lo regular, las editoriales han organizado los cuentos del autor bajo temáticas aleatorias: horror, muerte, locura, crueldad, el tema del doble, etc. Membretes que poco o nada le importaron al autor, pues nunca compiló sus cuentos de esa manera. Se sabe que publicaba en formato libro cada vez que sus publicaciones, en los diarios y las revistas, alcanzaban un número considerable de páginas.
El miedo
La editorial Eneida compiló en su edición quince cuentos. Materialmente es un libro bien armado, con guardas de color rojo intenso, así como solapas informativas. Además, la portada está coronada por la enigmática ilustración: Retrato de Dagny Juel Przybyszewska, de Konrad Krzyzànowski. Desconozco el tipo de papel utilizado en la portada de este libro (que es el mismo de toda la colección “Confabulaciones”, a la que pertenece), pero tengo que decir que, incluso, su contacto físico es especial…
El título de la antología responde a uno de los cuentos del autor, publicado en 1883. Considero indiciario que el libro se abra con este cuento porque, desde mi punto de vista, es el miedo el que permite reunir al “terror” y al “horror”, es decir: a las dos clasificaciones que más suelen utilizar, diferenciadamente, los estudiosos. Asimismo, porque en el cuento su protagonista no duda en clamar lo siguiente:
¡Permítame que me explique! El miedo [...] es algo espantoso, una sensación atroz, como una descomposición del alma, un espasmo horroroso del pensamiento y del corazón, cuyo mero recuerdo provoca estremecimientos de angustia (10).
Lovecraft dirá, en el siglo XX, que el miedo a lo desconocido es la emoción más antigua y poderosa de la humanidad, tan antigua como el pensamiento y el habla humana, y de allí que su aparición en el arte deba ser percibida como algo natural.
Asimismo, es importante comprender que lo importante, en esta literatura, es la intención de crear una “atmósfera” que produzca miedo. Repito: la intención, ya que el hecho de que lo logre, o no, escapa a los estudios literarios y depende de cada uno de los lectores.
Además del cuento “El miedo”, la antología contiene los cuentos: “Las sepulcrales”, “Suicidas”, “El lobo”, “Junto a un muerto”, “Magnetismo”, “La aparición”, “Carta que se encontró a un ahogado”, “Sobre el agua”, “¡Quién sabe!”, “¿Fue un sueño?”, “Carta de un loco”, “La mano disecada”, “La noche” y “La mano”.
Creo que podría generalizar (equivocadamente) y decir que la gran mayoría de los cuentos reunidos en esta antología hacen uso del relato enmarcado, es decir, la estrategia que lleva al narrador a ceder su voz para que otro personaje cuente lo que vivió. Véase, por ejemplo, el caso de “La aparición”: “En un momento dado, el marqués de la Tour-Samuel [...], dijo, con voz un tanto temblorosa: [...]” (65), y justo después de los dos puntos (:) escuchamos a este personaje narrar la historia. Ni siquiera cuando finaliza volvemos al relato base, pues el cuento se acaba, y punto final.
No sobra decir que este recurso fue propio de muchos otros autores de la época y que, incluso, hace parte de la tradición de esta literatura; recuérdese, a modo de ejemplo, el caso paradigmático de Frankenstein (1818), de Mary Shelley. Quizás en los encuentros presenciales podamos abordar los aportes que ofrece el relato enmarcado en la creación de la “atmósfera” y su intención de generar miedo.
Otra característica de estos cuentos es la lucha evidente entre el mundo de las ideas y la razón, versus el mundo de los sentimientos, entre ellos, el más importante: el amor (lo que conocemos, a grandes rasgos, como “Romanticismo”). Sus personajes se debaten entre los raciocinios, a veces insuficientes, y los sentimientos que se agolpan en sus cuerpos. ¿Cómo aceptar el amor si eso significa creer en lo inexplicable? A continuación, un fragmento de “¿Fue un sueño?”:
¿Por qué se ama? ¿Por qué se ama? Qué extraño es ver un solo ser en el mundo, tener un solo pensamiento en el cerebro, un solo deseo en el corazón y un solo nombre en los labios…, un nombre que asciende continuamente, como el agua de un manantial, desde las profundidades del alma hasta los labios, un nombre que se repite una y otra vez, que se susurra incesantemente, en todas partes, como una plegaria (113).
Sé que estos apuntes están quedando muy largos, y por eso nombraré –para ir cerrando– , que en nuestras próximas lecturas deberemos abordar la manera en que el autor logra crear la “atmósfera” inquietante e inexplicable de sus relatos, pero más importante, espero que podamos reflexionar sobre qué sentido tiene, en nuestras vidas, enfrentarnos a estas lecturas. Creo que la lectura literaria nos entretiene, ¡por supuesto!, pero también logra algo más en nosotros. Quizás por eso estamos aquí, leyendo sobre hombres atormentados, en lugar de estar haciendo algo… no sé... ¿útil?
Unas pocas palabras sobre el autor
Guy de Maupassant fue admirado por autores como Chéjov, Tolstoi y Lovecraft. Vivió una vida parecida a los argumentos de sus cuentos fantásticos: sufrió de problemas visuales, alucinaciones y manías persecutorias. Fue adicto a la cocaína. Intentó suicidarse en repetidas ocasiones. Al final, fue internado en un sanatorio.
Se sabe que no logró entenderse con su padre, Gustave de Maupassant, pero fue amigo y admirador de otro Gustave: Flaubert, a quien consideró como su verdadero padre. También admiraba a Schopenhauer. Su primer cuento apareció en una publicación que preparó Emile Zolá. No le gustaban las cofradías y los grupos, y por eso rehuyó de la escuela naturalista. Además de seis novelas, publicó más de trescientos cuentos; así como algunas obras de teatro, ensayos y artículos periodísticos.
Conoció la obra de E. T. A Hoffmann y Edgar Allan Poe. Lo que hizo con ellas está por encima de lo que ya habían logrado el resto de los autores franceses, a saber: Nodier, Gautier, Merimée, etc.
En Maupassant, lo inexplicable se origina en lo cotidiano, en lo externo. Como alumno de Flaubert expuso la realidad, pero buscó descubrir en ella lo oculto, lo profundo… Por lo regular, aquel descubrimiento detona una crisis en el interior del protagonista. Algunos de sus lectores, dicen, haberse sentido igual.
Estos apuntes aparecieron por primera vez en el blog guardopalabras: Enlace.
Maupassant, Guy de.
El miedo (1882 [2012]).
Madrid: Eneida, 158 p.
Traducción: Víctor Balaguer.
Asimismo, invitamos a los interesados a este curso, dedicado a la "Literatura de terror", próximo a abrirse: